Control de calidad en hortalizas

Por Miguel Ángel Domene Ruiz -Estación Experimental Cajamar-

En el área de Alimentación y Salud de los centros experimentales de Cajamar, especializados en agricultura intensiva mediterránea, se trabaja en colaboración con empresas punteras e investigadores de primer nivel en el desarrollo y la adaptación de soluciones tecnológicas que nos ayuden a mejorar cada día la productividad, la eficiencia y la sostenibilidad de nuestras producciones. Para ello, partimos de la premisa de que para fomentar la competitividad de nuestro sector agroalimentario hay que apostar la diferenciación y la calidad tanto en productos como en servicio y procesos.

En el caso de las frutas y hortalizas frescas, para lograr este objetivo es fundamental la cuantificación y normalización los valores óptimos de los parámetros organolépticos externos e internos responsables de sabor, apariencia, textura, aroma y, en general, cualquiera de las propiedades sensoriales de uno cada de los productos que llenan los lineales del supermercado. Ya sean de naturaleza visual, como la morfología y el color; táctiles o gustativas, como el dulzor y la acidez.

La calidad es una categoría muy compleja, difícil de definir por el componente subjetivo que cada consumidor aplica individualmente a un mismo alimento. Un componente que, además ser muy personal, además evoluciona con el tiempo. No obstante, en todo momento podemos relacionarlo con la capacidad de un producto para satisfacer las demandas y expectativas de los consumidores, a su grado de excelencia, superioridad o idoneidad para cada uso particular. En definitiva, puede concluirse que un alimento es de calidad siempre que cumpla con unos valores normalizados establecidos a partir de criterios claros y homogéneos, que pueden medirse y caracterizar así de forma rigurosa, la percepción del consumidor final.

En Cajamar trabajamos para avanzar en los métodos de medición directa de estos parámetros mediante parámetros normalizados, lo que favorece la automatización y la objetividad del proceso, y sobre todo para transmitir al sector el convencimiento de que la calidad como fórmula de competitividad en el mercado, muy por encima del precio final, es la única garantía de seguir avanzando en el liderazgo global de nuestra oferta agroalimentaria.

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