Historia de la Agricultura

El origen de la agricultura

La Agricultura, considerada como cultivo de plantas y domesticación de animales, no es una actividad excesivamente antigua entre las desarrolladas por el hombre, sino que en la hipótesis más optimista puede decirse que surgió hace unos 10.000-11.000 años en el Próximo Oriente del Antiguo Mundo.

A pesar de ello, en la actualidad se considera que la adopción del modelo agrícola tuvo, por diversas razones y no todas ellas claras, un indudable éxito frente al estrato anterior de una cultura paleolítica cazadora-recolectora y su asunción por parte del hombre es el origen de la estructuración social y cultural que hoy poseemos, dando paso al período conocido como Neolítico.

La práctica agrícola permitió la producción más regular de alimentos –aunque no siempre más eficaz desde algunos puntos de vista–, y el asentamiento de los grupos humanos en poblados, ciudades y estados, consolidando lo que hoy conocemos como civilizaciones.

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Las razones que impulsaron que el hombre se hiciese agricultor todavía son discutidas y múltiples y se las suele relacionar con aspectos diversos, como cambios climáticos que inducirían la disminución o la concentración de los recursos (de caza o recolección), presión demográfica, convergencia cultural, adaptaciones coevolutivas entre el hombre y la naturaleza, etc. De cualquier manera, debe decirse que a la luz de los yacimientos agrícolas más antiguos, existen hallazgos que responden a las diversas interpretaciones, por lo que suele admitirse que posiblemente no hubo un único condicionante sino varios de ellos y probablemente de manera interactiva.

Tampoco suele considerarse que la actividad agraria surgiera como una invención puntual, sino más bien como el resultado de un proceso de milenios de observación y aprendizaje, que catalizado por algunas de las circunstancias anteriormente mencionadas, desembocase en el cultivo de plantas y la crianza de animales.

Una de las hipótesis más aceptadas, aunque con ejemplos contradictorios, es que el cultivo de plantas precedió a la domesticación de animales.

Otra cuestión sugestiva sobre el origen de la Agricultura, es que esta actividad apareció primigenia e independientemente en puntos muy alejados y aislados geográficamente en un lapsus de tiempo realmente corto (4.000-5.000 años), así en el llamado Creciente Fértil del Próximo Oriente (territorio en cuyo centro estaría Mesopotamia, comprendido entre la costa palestino-libanesa, el desierto del Negev y parte de la península anatólica por el este, los montes Zagros por el oeste y el Kurdistán por el norte) los yacimientos agrícolas más antiguos datan de 8.000-9.000 años a.C.; en el Extremo Oriente de Asia (actual China), la agricultura surgió entre el 6.500-7.500 a.C. y en Mesoamérica (actual Méjico) y probablemente en la meseta andina, en torno al 3.500 a.C., con indicios asimismo, muy antiguos en otros lugares como el Sahel, África occidental, posiblemente algunas islas del sudeste de Asia, etc.

Desde estos centros de domesticación de plantas y animales, la tecnología agraria se expandió con sus correspondientes modelos productivos de manera paulatina hacia sus respectivas áreas de influencia, con aportaciones locales posteriores. A la península Ibérica la tecnología agraria, llegaría desde el Próximo Oriente entre los años 4.000 y 4.700 a.C.

En todos los centros primigenios en los que se originó la práctica agrícola, las especies vegetales predominantes fueron cereales y leguminosas, seguramente porque el hombre conocería su poder nutritivo -al almacenar un gran potencial calórico-, tendrían unas buenas condiciones de almacenamiento y conservación, se adaptarían a una amplia gama de situaciones agroecológicas, lo que aún se reforzaría más eligiendo entre especies y familias, y porque ofrecerían buenos rendimientos una vez sembradas muy densamente.

En el Próximo Oriente los cultivos básicos fueron: distintos taxones de trigo (género Triticum), cebada, lenteja, guisante y garbanzo, junto con una planta textil, el lino. En el Extremo Oriente asiático, entre los cereales el mijo, algún tipo de panizo (Setaria sp.) y arroz fueron las especies cultivadas más antiguas, acompañas algo más tardíamente de la soja y otros cultivos. En Mesoamérica el maíz entre los cereales y algunas especies de judías (Phaseolus vulgaris y P. lunatus), junto con otras plantas como algunas calabazas, etc., fueron los cultivos primigenios. En la meseta andina, parece ser que de forma independiente, desde fechas muy antiguas, se cultivaron las mismas especies de judías anteriormente mencionadas, junto con la patata y otros tubérculos.

En el ámbito de la ganadería, los animales primeramente domesticados fueron ovejas y cabras en el Próximo Oriente, seguidos de cerdos y bueyes; cerdos, posiblemente gusanos de seda y posteriormente búfalos, en Extremo Oriente; pavo común en Mesoamérica, y cobayas y llamas en la meseta andina. Entre los requisitos para la domesticación primigenia de animales cabría señalar: que fuesen usualmente utilizados como alimento y a ser posible con varias utilidades (carne, leche, piel,…), que tuvieran una estructura gregaria y jerarquizada, de amplios hábitos alimenticios, sin predatores voladores rápidos y que además de ser poco agresivos, tolerasen la cría y la reproducción en cautividad.

Muchos de los parámetros que suelen considerarse en la delimitación de la cultura y la civilización, tienen un origen relacionado con la Agricultura, como la Arquitectura –imposible de desarrollarse sin la sedentarización–, la escritura, la expansión de determinadas bases lingüísticas, el desarrollo de herramientas, el uso de monedas, los conocimientos por supuesto en Biología, pero además en Astronomía, Aritmética, Geometría, etc., y de hecho las civilizaciones más antiguas, y en todos los continentes, surgieron precisamente en las propias zonas o áreas cercanas, en las que la Agricultura empezó a utilizarse de manera primigenia, en casi todos los casos considerada como una actividad “revelada” del mundo transcendente.

Curiosamente algunos autores también relacionan a la cultura agraria con la transmisión de ciertas enfermedades procedentes del ganado -a las que las poblaciones agrícolas se harían con el tiempo algo tolerantes– que actuaron como armas indirectas y cruciales en el triunfo de la práctica agrícola durante los enfrentamientos con las culturas cazadoras-recolectoras.

Los sistemas agrarios más antiguos basaron el cultivo de plantas en la tala e incineración de terrenos de bosque, principalmente bajo, que explotarían hasta su agotamiento, con la consiguiente búsqueda de tierras vírgenes para las nuevas siembras. La quema de rastrojos también pudo ser una práctica habitual tanto por sus efectos sobre el soslayamiento de algunos patógenos de los cultivos, como por el valor nutritivo resultante de la incorporación de sus cenizas al suelo. El palo de cavar con esferoide terminal y el hacha de sílex fueron los instrumentos agrícolas más antiguos. Con el paso del tiempo, y aún en esta fase prehistórica, que es el Neolítico, se empezaría a canalizar el agua derivada de los ríos, para utilizar no sólo la procedente de las avenidas más o menos ocasionales.

El riego dirigido supondría un aporte excepcional hídrico y nutricional-derivado de los limos del arrastre fluvial que actuarían como fertilizantes-, e incrementaría las producciones. Los testimonios fehacientes que se conocen de los sofisticados sistemas de riego practicados por las civilizaciones históricas más antiguas (Sumeria y Egipto), surgidas en torno al 3.500 a.C., con la Edad de Bronce en el Próximo Oriente, apuntan claramente en esta dirección.