La solarización, un método ecológico

Acabar con los insectos y malas hierbas que acosan nuestro jardín no es tarea fácil. El objetivo se vuelve aún mucho más complicado si pretendemos que los métodos antiplagas sean respetuosos con el medio ambiente y poco agresivos con las plantas. Sin embargo, esos métodos alternativos y ecológicos existen.

La solarización es una técnica que permite calentar lo suficiente el terreno como para terminar con semillas de malas hierbas e insectos que destruyen nuestro jardín. Gracias a este proceso de ‘desinfección’ de la tierra, podemos no sólo acabar con las larvas e invertebrados que se alimentan de los vegetales, sino que también se eliminan algunos hongos causantes de ciertas enfermedades y se nutre la tierra con organismos beneficiosos para el desarrollo de las plantas.

La técnica es muy sencilla: no hay más que labrar la tierra, regarla de modo abundante y poner un plástico para cubrirla y que potencie el calor. Para que sea efectiva la solarización es importante que las temperaturas sean altas y que el sol incida directamente sobre el terreno, por eso la época perfecta para este trabajo es el verano.

Se podría decir que la solarización actúa casi como un invernadero, absorbiendo el calor, manteniéndolo y potenciándolo dentro del plástico. El calor que genera el sol no sólo se deja notar en la superficie, sino que además se adentra bajo el nivel del suelo, hasta medio metro de profundidad.

Cuanto más grande es el terreno, más calor se puede generar bajo la tierra, llega a mayor profundidad y sus efectos perduran durante más tiempo. En contra de los frecuentes abusos de productos químicos, tanto fertilizantes como pesticidas, la solarización se revela como un método seguro y ecológico para obtener excelentes resultados en nuestro jardín o huerto y mantener a las plantas libres de agentes dañinos.

Con esa cantidad adicional de calor bajo el nivel del suelo conseguimos eliminar larvas, semillas y hongos que no soportan las altas temperaturas, y preservamos los cultivos de muchas de las plagas y enfermedades que les asolan durante el año. La actuación del sol sobre la tierra, calentándola durante días, además, permite enriquecerla con nitrógeno, calcio y magnesio, que las plantas agradecerán en su crecimiento.

Asimismo, las semillas suelen eclosionar y desarrollarse con mayor velocidad en los terrenos que se han solarizado previamente.

¿Qué pasos debemos seguir?

Primero retiraremos las malas hierbas y restos vegetales, como hojas, tallos o raíces. A continuación, airearemos bien la tierra, con un buen labrado, retirando las piedras grandes que nos encontremos. Para finalizar, pasaremos el rastrillo con el fin de dar homogeneidad al terreno.

Regaremos bien el terreno hasta que quede muy mojado. Debemos empapar bien toda la tierra, con una profundidad de, al menos, 40 cm. Puede ser útil dejar mangueras funcionando o con riego automático durante la noche, todo depende de las magnitudes de la zona a solarizar.

Alrededor del terreno cavaremos zanjas de unos 20 cm. de profundidad. A continuación, taparemos con un plástico transparente fino (polietileno, por ejemplo, que no supere los 6 mm. de grosor) todo el suelo que vamos a destinar al cultivo. El plástico tiene que quedar bien estirado, y en las zanjas introduciremos los extremos, que quedarán enterrados para que no escape el calor por ningún lado.

Se deja actuar durante al menos cuatro semanas. Todo depende del calor que haga: si no tenemos un verano muy caluroso, quizá deberíamos extender el proceso una o incluso dos semanas más. Otra opción para aquellas personas que vivan en lugares donde los veranos sean suaves o, cuando hayamos tenido un tiempo muy nublado durante todo el estío, es recurrir a dos capas de plástico en vez de una, ya que así conseguimos potenciar el calor (la temperatura aumenta con dos plásticos unos 6 ºC más).