El olivo para su normal desarrollo exige una buena alimentación hídrica, coincidiendo la época de mayores necesidades con los meses de verano y dependiendo en gran medida de su correcto aporte el que se produzcan alteraciones de los frutos (pequeñez, falta de tamaño y arrugamiento de los frutos -agostamiento-, madurez anormal), frenado del desarrollo de las brotaciones, débil desarrollo floral y aborto del pistilo, vecería, etc.
Igualmente, y en lo referente a su calidad, a pesar de que el olivo es un árbol que presenta una buena tolerancia a las sales, el agua es un factor limitante para el desarrollo y producción de los árboles, ya que muchas veces contiene gran cantidad de éstas disueltas en la misma, que se incorporan al suelo con el riego y que según el predominio de una u otras producirán efectos más o menos nocivos para el arbolado.
Así, cuando en un agua de riego predominan sales de sodio en forma de cloruros o de sulfatos, hablamos de aguas salinas, mientras que si el sodio (Na+) se encuentra asociado a formas carbónicas formando carbonatos y bicarbonatos (C03H= y C03H2-), reciben el nombre de aguas alcalinas, que son inadecuadas para el olivo.
Atendiendo a la calidad del agua con arreglo a la concentración salina (conductividad eléctrica expresada en decisiemens/metro), se puede aceptar la siguiente clasificación:
COND. ELÉCTRICA (dS/m) | CALIDAD DEL AGUA |
Menor 1 | Excelente a buena |
1-3 | Buena a marginal |
Mayor 3 | Marginal a inaceptable |
Con arreglo al índice de carbonato sódico residual, las aguas se clasifican en :
CALIDAD DEL AGUA | ÍNDICE meq/l. |
Buena | Menor a 1,25 |
Regular | 1,25 – 2,50 |
Mala | Mayor a 2,50 |
Refiriéndonos al olivo, podemos establecer la siguiente tabla interpretativa del análisis de agua, de acuerdo con los problemas que se nos pueden presentar:
Cuando el sodio se encuentra en proporciones elevadas en el agua de riego, desplaza al calcio del complejo arcillo-húmico, produciendo dispersión de las partículas finas y ocasionando una disminución de la permeabilidad y aireación del suelo, de ahí la importancia de mantener el grado de humedad suficiente para que los efectos del sodio no sean tan acusados. A veces, dependiendo de la salinidad, es necesario realizar aportes extraordinarios de agua para cubrir las necesidades de lavado del suelo y evitar la concentración excesiva de sales en el mismo.
Estos aportes se añaden a las necesidades reales del árbol, aumentando el volumen de riego con arreglo a la salinidad del agua. La siguiente tabla da una idea orientativa, reflejando en porcentaje el aumento de la dotación que debemos realizar:
C.E. (dS/m) | AUMENTO DE LA DOTACIÓN DE AGUA DE RIEGO (%) |
0,5 | 3 |
1 | 6 |
2 | 12 |
3 | 19 |
4 | 25 |
Por otra parte, existen variedades que manifiestan una determinada tolerancia a la salinidad. Por tanto, en caso de nuevas plantaciones habrá que elegir la misma de acuerdo con las condiciones de agua-suelo que se tenga en la explotación.