Riego localizado en olivar

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El sistema de riego localizado nos permite aplicar el agua de riego al suelo explorado por las raíces de la planta a través de unos emisores situados en las tuberías de riego de forma localizada, a bajo caudal y con una alta frecuencia, formándose una zona mojada llamada bulbo cuyos niveles de humedad debemos mantener constantes.

Conjuntamente con el agua de riego, y disueltos en la misma, a través del sistema de riego localizado podemos realizar los aportes de abonos, ácidos húmicos, correctores de carencias y de pH, así como determinados tratamientos fitopatológicos y herbicidas.

1. Principales ventajas e inconvenientes del riego localizado
a) Ventajas:
– Mayor aprovechamiento del agua aportada.
– Permite la posibilidad de mantener constante el grado de humedad del suelo explorado por las raíces.
– Los abonos, al ser localizados en la zona húmeda, donde se encuentra la masa radicular, son mejor aprovechados por el árbol, mejorándose considerablemente su eficacia de aplicación.
– Mejora los rendimientos y la calidad de la producción y se anticipa la entrada en producción.
– Nos permite utilizar aguas que por su salinidad no se podrían utilizar en un cultivo con riego tradicional.
– En zonas áridas se produce una disminución de las poblaciones de malas hierbas, al ser menor la superficie mojada del suelo.
– Ahorro de mano de obra.

b) Inconvenientes:
– Es necesaria una mayor especialización por parte del agricultor.
– Aumentan los riesgos de salinización ocasionados por un mal manejo del riego.
– Se pueden producir obstrucciones de los goteros a causa de un mal filtrado de las aguas o por precipitaciones de los abonos no utilizados correctamente.

2. Movimiento del agua en el suelo en riego localizado
Utilizando este sistema de riego, la zona mojada va a ser función de la textura del suelo, del caudal de gotero y del tiempo de riego o cantidad de agua aportada, factores éstos que nos van a determinar también la forma y las dimensiones del bulbo húmedo.

Una vez fijado el caudal del gotero y el tiempo de riego, el único factor que nos va a indicar este aspecto es la textura, originándose uno u otro tipo de bulbo según la misma. En suelos arenosos el bulbo será estrecho y profundo, en suelos francos el bulbo será más bien esférico y en suelos arcillosos, el bulbo será ancho y poco profundo. En los suelos arenosos, la zona mojada horizontalmente es menor que en los pesados o medios, aunque se aumente el volumen de agua, pero sí alcanza más profundidad que en los de textura fina.

Igualmente, aplicando la misma cantidad de agua, una vez estabilizado el límite del bulbo, no aumenta la zona mojada. Tanto las sales existentes en el suelo como las aportadas con la solución fertilizante, y que no son aprovechadas por la planta, tienden a desplazarse siguiendo el gradiente de humedad del bulbo, acumulándose en el borde exterior del mismo.

A veces por efecto de la lluvia, desplazamiento involuntario de los puntos de goteo o cualquier otra causa, se produce una inversión de las sales del bulbo, que se movilizan desde las paredes del mismo hacia el interior, introduciéndose donde tenemos concentrado el sistema radicular de la planta, lo que puede ocasionar graves daños al cultivo. Para evitar dicha inversión, fundamentalmente cuando ésta está causada por la lluvia, se deberá seguir regando según el programa previsto o incluso más, consiguiendo así desplazar de nuevo las sales hacia las paredes laterales del bulbo.

3. Número de goteros por árbol
Este número no es fijo. Está en función del tipo de suelo y de la edad de la plantación.

Como se ha indicado en el apartado anterior, en los suelos arenosos, al ser éstos muy permeables, el agua alcanza más profundidad y menos superficie mojada, formándose un bulbo de humedad estrecho y alargado. Por el contrario, en los suelos arcillosos (fuertes) el agua es retenida con más fuerza, formándose un bulbo achatado. Consecuencia de esto, a medida que un suelo sea más arenoso, y con el fin de cubrir un mayor volumen del sistema radicular, se hace necesario colocar más goteros o puntos de goteo, de manera que la franja húmeda sea continua en toda la línea.

Para árboles jóvenes (hasta el tercer año), dos puntos de goteo son suficientes en la mayoría de los suelos. A medida que se van haciendo adultos se deben separar de los troncos poco a poco e incrementar por pares los puntos de goteo con el fin de ayudar a una mejor distribución del sistema radicular, llegando hasta seis goteros por árbol en los suelos fuertes y ocho en los más ligeros, cuando el árbol alcance el tamaño más o menos definitivo.

Un aspecto a tener en cuenta es que no será conveniente colocar el gotero junto al tronco en ninguno de los casos, ni en árboles recién plantados ni en adultos, ya que las raíces de alimentación se forman más alejadas del mismo y se frenaría el desarrollo de los árboles. Por otra parte, el goteo continuo en la base del tronco puede ocasionar pudriciones y favorecer la aparición de enfermedades.

Para evitar estos problemas colocaremos el primer gotero, al hacer la plantación, a 25 cm del tronco, dejando un bucle al principio de la línea portagoteros, que nos permite ir separándolo a medida que el árbol se desarrolla sin necesidad de tener que insertar de nuevo el gotero.