Cultivos de reproducción asexual

Entre la diversidad de cultivos que la humanidad ha adaptado a la agricultura a partir de especies silvestres se distinguen aquellos que, por diversos motivos, deben ser propagados de forma asexual. Algunos son estrictamente dependientes de la voluntad del agricultor para su diseminación ya que carecen de la capacidad de producir semilla viable. Como es el caso de bananos, plátanos y ajo. Otras especies pueden producir semilla, pero es escasa o de difícil obtención o manipulación. Entre ellos se encuentran la piña y la fresa. Sin embargo, la mayoría de los cultivos de ésta categoría pueden producir suficiente semilla, pero su utilización no es aceptable en el marco de una agricultura eficiente porque conduce al incremento descontrolado de la variabilidad. Con ello viene aparejada la pérdida de los beneficios que aportan el uso de cultivares con identidad definida. Como ejemplo, la papa, la yuca, el duraznero y el manzano.

Debido a la naturaleza clonal de los métodos de propagación que se emplean en dichos cultivos, cada planta a ser reproducida representa un genotipo particular. Si la adaptación y las características del producto son adecuadas a las necesidades particulares de alguna sociedad, pueden pasar a ser considerados como cultivares. El resto de los genotipos deberían ser preservados como representantes de la biodiversidad de la especie en su forma domesticada. Puede que sus características resulten de utilidad en el futuro.

La propagación de tales cultivos plantea retos particulares a los profesionales del área. Éstos se enfocan en tres vertientes. Primera: conservación del vigor y las cualidades productivas del cultivar. Se trata de elementos que pueden variar de acuerdo a la condición de la planta madre y de las estructuras de propagación a ser empleadas. Segunda: limpieza de los propágulos a generar. Es necesario tener especial cuidado de impedir la diseminación de nematodos, insectos, hongos, bacterias y virus en los propágulos. Tercero: preservación de la identidad del cultivar que está siendo propagado. Comprende la verificación del cumplimiento de las características varietales, así como la correcta identificación del genotipo, con incorporación de información referente a su procedencia,  historial de producción, centro de propagación y cualquier otra que pudiera ser de utilidad ante una eventualidad.

Para atender los requerimientos descritos anteriormente han sido diseñados diversos métodos que se adaptan a las particularidades de cada cultivo, cada nivel de intensidad y cada capacidad tecnológica de los sistemas productivos. Desde la producción artesanal de propágulos, hasta las más complejas biotecnologías. Las llamadas “tecnologías blandas” han sido desarrolladas con el fin de producir material de propagación con un mínimo aceptable de limpieza y vigor, combinando bajos costos, baja inversión y equipamiento sencillo.

Por otra parte, el desarrollo de aplicaciones, como la micropropagación, incrementan considerablemente la calidad de los propágulos. Incorporan nuevas cualidades como sincronización del desarrollo y la mejora del nivel nutricional del material resultante. Ello a cambio de mayores costos, mayor inversión y equipamiento más complejo.

Es así como la propagación en los cultivos de reproducción asexual exige de atenciones especiales de parte del agrónomo para lograr el mantenimiento de los niveles de vigor y la prevención de la diseminación de enfermedades y plagas, así como la preservación de la identidad varietal.

Dr. Ing. Agr. Jhonathan Torres A.