Resiliencia, cambio climático y desarrollo rural: una intersección estratégica para la sostenibilidad

En las últimas décadas, el cambio climático se ha consolidado como uno de los desafíos más urgentes para el desarrollo humano y ambiental. Su impacto no se distribuye de forma equitativa: las comunidades rurales, especialmente en países en desarrollo, enfrentan una exposición y vulnerabilidad significativamente mayores debido a su estrecha dependencia de los recursos naturales, la agricultura de subsistencia y la limitada infraestructura de protección. En este contexto, la resiliencia climática se convierte en un concepto clave no solo para la adaptación, sino también para la transformación de los territorios rurales hacia formas de desarrollo más justas, sostenibles y robustas frente a las perturbaciones.

Cambio climático: un desafío estructural para lo rural

El cambio climático se manifiesta en zonas rurales mediante fenómenos como sequías prolongadas, inundaciones, variabilidad estacional impredecible y pérdida de biodiversidad. Estos eventos afectan directamente los medios de vida basados en la agricultura, la ganadería, la pesca y los bosques. A ello se suma una infraestructura débil, acceso limitado a servicios financieros y de salud, así como escasa representación política, factores que amplifican la vulnerabilidad estructural de estas poblaciones.

Así, el cambio climático no es solo un fenómeno ambiental, sino un multiplicador de desigualdades que pone en riesgo las bases del desarrollo rural. La inseguridad alimentaria, la migración forzada y el empobrecimiento de comunidades enteras son expresiones concretas de esta crisis.

Resiliencia: más allá de la resistencia

La resiliencia, en este contexto, debe entenderse no solo como la capacidad de resistir y recuperarse de perturbaciones, sino también como la habilidad de adaptarse y transformarse frente a condiciones cambiantes. Implica procesos sociales, institucionales, ecológicos y económicos que permiten a los sistemas rurales anticipar riesgos, reorganizarse tras crisis y mejorar su desempeño frente a futuras amenazas.

La resiliencia no es una condición estática ni individual: es un atributo colectivo y dinámico que se construye a partir de la acción comunitaria, la gobernanza inclusiva, el conocimiento local, la innovación tecnológica y el acceso a recursos clave como el agua, la tierra y el crédito.

Desarrollo rural resiliente: un imperativo estratégico

Integrar la resiliencia en el desarrollo rural no es una opción, sino una necesidad para asegurar la sostenibilidad de los territorios. Esto requiere repensar el paradigma del desarrollo rural desde un enfoque sistémico, territorial y centrado en las personas. Algunas claves estratégicas incluyen:

  • Diversificación productiva: reducir la dependencia de monocultivos vulnerables mediante sistemas agroecológicos, silvopastoriles y mixtos que mejoran la estabilidad de los ingresos y restauran los ecosistemas.

  • Gestión del conocimiento y educación climática: fortalecer las capacidades locales mediante la articulación del saber ancestral y la ciencia contemporánea para la toma de decisiones adaptativas.

  • Infraestructura verde y acceso a servicios básicos: invertir en soluciones naturales y tecnologías sostenibles que reduzcan el riesgo climático y promuevan el bienestar colectivo.

  • Participación y gobernanza inclusiva: promover mecanismos de gobernanza local que involucren a mujeres, jóvenes, pueblos indígenas y campesinos en la planificación y ejecución de políticas de adaptación.

Convergencia con la justicia climática

La promoción de la resiliencia rural ante el cambio climático también constituye un acto de justicia climática. Las comunidades rurales, a pesar de ser responsables de una mínima fracción de las emisiones globales, son las más afectadas por sus consecuencias. En consecuencia, la construcción de resiliencia debe ir acompañada de mecanismos redistributivos, como financiamiento climático accesible, indemnizaciones por pérdidas y daños, y apoyo técnico a pequeña escala.

De igual manera, se requiere una transformación de las relaciones de poder globales que perpetúan modelos extractivistas y desigualdades estructurales en el acceso a recursos, tecnología y mercados. La resiliencia no puede limitarse a una adaptación pasiva, sino que debe empoderar a los actores rurales para ejercer sus derechos, defender sus territorios y proponer alternativas al modelo de desarrollo dominante.

Por: Ing. Agr. Ricardo Castillo López

MSc. Dr.

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