Productores y Comunidades: Protagonistas Clave en la Gestión de Riesgos de Desastres ante el Cambio Climático

El cambio climático ha intensificado la frecuencia e intensidad de eventos extremos como sequías prolongadas, inundaciones repentinas, tormentas intensas y olas de calor. En el mundo rural, donde las economías dependen en gran medida de la estabilidad climática y la salud de los ecosistemas, estos eventos representan una amenaza directa a la seguridad alimentaria, los medios de vida y la cohesión social.

Ante este escenario, la gestión de riesgos de desastres (GRD) no puede limitarse a intervenciones gubernamentales o respuestas institucionales. Requiere una transformación profunda en la forma en que las comunidades rurales y los productores agropecuarios se organizan, actúan y se preparan. La acción colectiva, el compromiso individual y la educación son claves para construir territorios resilientes.

1. El papel estratégico de los productores y las comunidades rurales

En los territorios rurales, los productores agropecuarios son actores centrales en la prevención y mitigación del riesgo. Su conocimiento del entorno, su capacidad de movilización y su relación directa con los recursos naturales les otorgan un lugar privilegiado en cualquier estrategia de GRD.

Los productores:

  • Detectan señales tempranas de variabilidad climática (fenología, suelos, ciclos de agua).

  • Implementan prácticas de manejo adaptativo como la rotación de cultivos, la diversificación productiva o el uso de semillas resilientes.

  • Son fundamentales para el mantenimiento de estructuras naturales y productivas: terrazas, barreras vivas, cuencas hidrográficas, caminos rurales.

  • Participan en redes comunitarias que permiten la diseminación de información y la organización ante emergencias.

Pero estos aportes solo se consolidan cuando existe conciencia compartida del riesgo, organización social y liderazgo comprometido.

2. La necesidad de la acción colectiva

La gestión de riesgos no es un esfuerzo individual. Para ser efectiva, debe ser colectiva, territorial y articulada. Muchas acciones que reducen el riesgo —como la reforestación de cuencas, la protección de zonas ribereñas, el control de quemas agrícolas o el mantenimiento de canales de drenaje— solo tienen impacto si se ejecutan de manera conjunta.

La acción colectiva permite:

  • Compartir costos y recursos.

  • Coordinar decisiones sobre el uso del suelo y del agua.

  • Generar escalas de impacto mayores y sostenidas.

  • Fortalecer el tejido social y la gobernanza territorial.

Sin embargo, alcanzar una acción colectiva real exige educación, diálogo y compromiso, y superar ciertas barreras estructurales y culturales.

3. El papel de la educación: comprender que “todos somos parte del riesgo y de la solución”

Un componente clave de la GRD es la educación comunitaria, tanto formal como no formal. Educar no solo significa capacitar en técnicas de cultivo o construir mapas de riesgo. Significa transformar percepciones y actitudes:

  • Que cada productor entienda que no actuar también es una decisión que genera riesgo.

  • Que las consecuencias de una mala práctica (como desforestar laderas) no se limitan a la parcela individual, sino que afectan a toda la comunidad.

  • Que el cambio climático no es un fenómeno lejano, sino una realidad local que ya está alterando patrones productivos.

La educación debe fomentar una ética de corresponsabilidad: “yo soy parte del problema, pero también de la solución”. Este cambio de mentalidad es esencial para construir resiliencia desde abajo hacia arriba.

4. El problema del free rider: un obstáculo silencioso para la acción colectiva

Uno de los mayores desafíos para lograr una gestión de riesgos participativa es el fenómeno del free rider, o polizón. Se refiere a aquellas personas que, pese a beneficiarse de los esfuerzos colectivos, no participan ni contribuyen activamente.

En el contexto rural, este comportamiento puede verse en:

  • Productores que se niegan a reforestar aunque la cuenca sea compartida.

  • Vecinos que no asisten a las reuniones comunitarias, pero aprovechan las alertas tempranas o los recursos distribuidos.

  • Agricultores que queman sus parcelas, afectando la salud y seguridad del resto.

Este tipo de actitud erosiona la confianza colectiva, genera conflictos y reduce la eficacia de las intervenciones. La GRD requiere compromisos compartidos y normas comunitarias claras, donde exista rendición de cuentas y sanciones sociales o institucionales para quienes no colaboran.

Superar el problema del free rider implica:

  • Reforzar la educación cívica y ambiental.

  • Establecer mecanismos de monitoreo comunitario.

  • Promover incentivos positivos (por ejemplo, acceso preferencial a créditos, seguros o asistencia técnica para quienes participen activamente).

  • Favorecer liderazgos legítimos que promuevan la equidad y la corresponsabilidad.

A Manera de Conclusión

La gestión de riesgos de desastres en el contexto del cambio climático no será efectiva si se impone desde arriba o se delega exclusivamente a los gobiernos. Las comunidades y los productores rurales son la primera línea de defensa. Su conocimiento, organización y compromiso son insustituibles.

Pero para que la acción colectiva sea sostenible, es imprescindible educar, organizar y construir confianza, superando obstáculos como el individualismo o el fenómeno del free rider. Solo así será posible construir un desarrollo rural verdaderamente resiliente, justo y sostenible.

Por: Ing. Agr. Ricardo Castillo López

MSc. Dr.

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