La agricultura, base de la seguridad alimentaria y del sustento de millones de familias rurales, enfrenta hoy un contexto profundamente distinto al de generaciones anteriores. El cambio climático, con sus manifestaciones cada vez más frecuentes y extremas —como sequías prolongadas, lluvias irregulares, aumento de plagas y enfermedades, y fenómenos meteorológicos destructivos— está alterando radicalmente las condiciones de producción. A esto se suma la volatilidad de los mercados agrícolas, la competencia internacional, la variabilidad en los precios de los insumos y la creciente exigencia de calidad por parte de los consumidores y regulaciones sanitarias.
Ante este escenario complejo y cambiante, ya no es suficiente producir como se hacía en el pasado. Es necesario dejar atrás frases como “así lo hacían mis padres” o “así siempre lo hemos hecho y nos ha ido bien”, porque lo que antes funcionaba, hoy puede llevar al fracaso o a la pérdida de la finca. La realidad exige que el productor adopte un enfoque netamente gerencial, profesionalizando su actividad, tomando decisiones con base en información y gestionando los recursos de manera estratégica.
¿Qué es una buena gerencia agrícola?
La gerencia agrícola consiste en planificar, organizar, ejecutar y controlar las actividades de la unidad de producción con el objetivo de alcanzar resultados técnicos, económicos y ambientales óptimos. Esto no significa abandonar la sabiduría tradicional, sino complementarla con conocimientos técnicos, herramientas de gestión y una actitud de mejora continua.
¿Por qué es necesario un enfoque gerencial en tiempos de cambio climático?
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Porque las condiciones climáticas ya no son predecibles. La experiencia acumulada a lo largo de generaciones ya no alcanza para anticipar cuándo sembrar, qué variedades elegir o cuánta agua se necesitará. Hoy, se requiere información climática actualizada, planificación con escenarios de riesgo, y flexibilidad en la toma de decisiones.
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Porque los márgenes de error se han reducido. El aumento en los costos de producción hace que cada error cueste más caro. Aplicar mal un fertilizante, sembrar fuera de tiempo o no proteger adecuadamente un cultivo puede representar pérdidas significativas.
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Porque los mercados son más exigentes y variables. Los compradores demandan productos de calidad, trazables, inocuos y, en muchos casos, sostenibles. Acceder a estos mercados requiere organización, cumplimiento de normas y capacidad para responder a nuevas condiciones.
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Porque la competencia es global. Ya no se compite solo con el vecino, sino con productores de otros países que aplican tecnología, tienen acceso a información en tiempo real y toman decisiones estratégicas. Para mantenerse en el negocio, el productor debe actualizarse y profesionalizar su gestión.
Las cuatro etapas clave de una buena gerencia agrícola
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Planificación: anticipar para decidir mejor
En esta etapa se define qué se va a producir, cuándo, cómo y con qué recursos. Implica elaborar presupuestos, analizar mercados, evaluar riesgos climáticos, y diseñar planes de contingencia. La planificación no elimina la incertidumbre, pero permite estar mejor preparados para enfrentarla.
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Organización: asignar recursos con criterio
Se trata de estructurar el uso de los recursos disponibles (tierra, agua, insumos, mano de obra) de forma eficiente. Una buena organización evita desperdicios, mejora la productividad y permite cumplir con los tiempos críticos del ciclo agrícola.
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Ejecución: hacer bien las cosas en el momento justo
Esta fase implica la realización concreta de las labores del campo: siembra, fertilización, manejo de plagas, riego, cosecha, etc. Aquí es fundamental seguir protocolos técnicos, registrar actividades y hacer ajustes sobre la marcha si las condiciones cambian.
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Control: evaluar, corregir y mejorar
El control permite verificar si se están cumpliendo los objetivos y si las actividades se están realizando según lo planificado. Implica medir resultados, analizar causas de desviaciones, aprender de los errores y mejorar continuamente. Sin control, no hay aprendizaje ni progreso.
Superar el enfoque tradicional: una necesidad, no una opción
Muchos productores siguen apegados al modelo tradicional porque “así siempre lo hemos hecho y nos ha ido bien”. Pero ese enfoque, que pudo ser exitoso en el pasado, hoy es cada vez más riesgoso. El cambio climático no espera, los mercados no retroceden, y la competencia no se detiene. La permanencia en el negocio agrícola dependerá de la capacidad de adaptación, aprendizaje y gestión.
Adoptar una mentalidad gerencial no significa volverse empresario en el sentido corporativo, sino asumir con responsabilidad y estrategia la administración del campo. Significa usar registros, analizar costos, planificar con base en datos, capacitarse, trabajar con profesionales cuando sea necesario y, sobre todo, entender que el éxito en la agricultura ya no depende solo del trabajo duro, sino también del pensamiento inteligente.
Por: Ing. Agr. Ricardo Castillo López
MSc. Dr.
universidadagricola.com