La acalifa

En este artículo vamos a hablar de una planta muy estimada por su aporte arbustivo, sus vivos colores y por su rapidez de crecimiento que nos ayuda con la variabilidad de nuestro jardín.

Se trata de la Acalifa. Pertenece a las angiospermas, dicotiledóneas, clase rósidas, orden malpighiales, familia euphorbiaceae. Es originaria de las zonas tropicales del sureste de Asia y las islas del Pacífico. 

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Estas plantas son de hoja perenne y son bastante coloridas. Su porte es arbustivo y suele crecer bastante rápido. Las hojas son de tamaño grande y con un color verde intenso, ovaladas. Sus particularidades son las inflorescencias péndulas, amentos, largas también hasta de 15 cm que llevan centenares de florecitas de color en general rojo aunque existen especies y variedades con flores de color ceniza, verde, amarillo. Las flores de acalifa son de larga duración y carentes de pétalos.

 Estas plantas no tienen apenas dificultad a la hora de cultivarlas, pero sí que tenemos que seguir algunas pautas necesarias, si queremos que estén saludables y crezcan bien.

Los tres aspectos fundamentales a tener en cuenta para tener estas plantas en buen estado son: alta humedad ambiental, excelente iluminación y una temperatura que no sea muy baja.

Si la luz es insuficiente las plantas tienden a enfilarse, es decir a alargarse, perdiendo gran parte de su color y no produciendo flores. Sin embargo, tampoco es aconsejable dejarlas directamente al sol. Para que las hojas sean bonitas, tenemos que tener nuestra planta sin que le de la luz directa del sol.

Si la humedad ambiental es baja, nuestra acalifa perderá sus hojas con relativa rapidez. En cuanto a las temperaturas, no deben bajar los 15°C, sobre todo por las noches.

En cuanto al riego, tenemos que tener en cuenta que el terreno debe estar constantemente húmedo, pero sin llegar a estar encharcado. Para ello, lo mejor que se puede hacer es regarlas utilizando un vaporizador. El terreno más apto para la acalifa está compuesto por turba y hojas de haya de modo que sea ligeramente ácido (pH 5,5-6,5).

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El fertilizante de la acalifa tiene que ser abundante en el periodo primavera-verano, puesto que la demanda de alimento es mayor. Se puede utilizar abono líquido cada 15 días durante este periodo. En el resto de las estaciones no hace falta emplear abono, ya que la planta de por sí tiene la capacidad de crecer y desarrollarse muy rápidamente.

Cuando la acalifa empieza a crecer no nacen las primeras flores hasta el primer año de edad. Una vez que empieza a florecer, lo hace de forma ininterrumpida desde la primavera hasta el otoño.

Si queremos ayudar a la planta a que florezca mejor, conforme las flores más antiguas comienzan a desteñirse, debemos quitarlas para estimular el crecimiento de las nuevas. Al final del verano se debe de cortar los nuevos brotes por la mitad de su largo. Este es un pequeño mantenimiento de poda que tiene la acalifa.

Si observamos que continuamente la planta está perdiendo hojas no es por ninguna enfermedad, sino que falta humedad en el ambiente.

Ahora sí, si vemos manchas pardas sobre el envés de las hojas puede significar la presencia de la cochinilla. Para quitarlas podemos coger una lupa y asegurarnos que están ahí. Una vez localizadas, podemos sacarlas con una uña, puesto que se quedan inmóviles e indefensas en su fase adulta.

Si las hojas comienzan a amarillearse  y aparecen manchas salpicadas de color castaño también, es posible que sea que estén siendo atacadas por ácaros como la araña roja o la arañuela. Estos ácaros son muy molestos y dañinos y puede provocar otras manifestaciones en la planta como un abarquillamiento de las hojas, asumiendo un aspecto polvoriento y cayéndose.

El nombre Acalypha probablemente deriva del griego akaléphe que fue el término con el cual Hipócrates designó la ortiga y Linneo les asignó quizás este nombre a causa del parecido de las hojas de muchas especies de acalifa con las de algunas urticáceas.