El cambio climático no afecta a todas las personas por igual. Las diferencias sociales, económicas y culturales generan vulnerabilidades diferenciadas entre hombres, mujeres y personas con identidades diversas. En este contexto, la gestión de daños y pérdidas —proceso clave tras un desastre para cuantificar y analizar los impactos— debe incorporar un enfoque de género si se aspira a una recuperación justa, eficaz y resiliente.
No se trata solo de garantizar la participación de mujeres, sino de reconocer las desigualdades estructurales que hacen que los desastres afecten de forma desproporcionada a ciertos grupos, y de diseñar respuestas más sensibles, representativas y eficaces.
1. ¿Qué es la gestión de daños y pérdidas?
La gestión de daños y pérdidas es el conjunto de acciones destinadas a:
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Identificar, registrar y cuantificar los impactos materiales, humanos, sociales y económicos tras un evento adverso (inundación, sequía, huracán, incendio, etc.).
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Orientar la reconstrucción y recuperación del territorio, los medios de vida y los servicios.
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Generar evidencia para la asignación de recursos, la rendición de cuentas y el acceso a financiamiento internacional (como mecanismos de pérdidas y daños climáticos).
Tradicionalmente, este proceso ha tenido un enfoque técnico y económico, pero la inclusión de dimensiones sociales y de género es esencial para reflejar la realidad de los territorios.
2. ¿Por qué incorporar el enfoque de género?
El enfoque de género reconoce que los roles, responsabilidades, derechos y oportunidades difieren entre hombres y mujeres (y otras identidades), y que estas diferencias tienen un impacto real en:
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La exposición al riesgo.
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La capacidad de preparación y respuesta.
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El acceso a ayuda y recursos post-desastre.
Incorporar esta mirada permite:
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Visibilizar impactos invisibles: por ejemplo, la sobrecarga de trabajo doméstico de las mujeres tras un desastre, o el aumento de la violencia de género.
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Evitar que las medidas de recuperación perpetúen desigualdades.
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Diseñar políticas y programas más eficaces, sostenibles e inclusivos.
3. Efectos diferenciados del cambio climático y los desastres según el género
a) En el ámbito rural:
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Las mujeres suelen tener acceso limitado a la tierra, al crédito y a seguros agrícolas, lo que las deja en mayor vulnerabilidad económica tras una pérdida de cosechas.
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Cumplen un rol clave en la seguridad alimentaria del hogar, lo que las convierte en un grupo altamente afectado cuando los sistemas agrícolas colapsan.
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Participan poco en los espacios de toma de decisiones, lo que dificulta que sus necesidades y prioridades sean consideradas en la recuperación.
b) En los hogares:
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Las mujeres son las principales cuidadoras de niños, adultos mayores y personas enfermas, y suelen asumir más carga de trabajo tras un desastre.
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En muchos casos, se incrementa la violencia doméstica y disminuyen sus oportunidades de educación o trabajo.
c) En situaciones de emergencia:
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La distribución de recursos y ayuda humanitaria no siempre contempla sus necesidades específicas de salud, higiene y protección.
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La movilidad puede verse más restringida por embarazo, lactancia o cuidado de hijos, limitando su acceso a centros de atención.
4. El papel crucial de las mujeres en la gestión de daños y pérdidas
Lejos de ser solo víctimas, las mujeres juegan un rol activo y fundamental en todas las etapas de la gestión post-desastre:
1. Registro y diagnóstico:
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Las mujeres poseen un conocimiento detallado de las condiciones del hogar, los recursos comunitarios y las redes sociales, lo que enriquece el levantamiento de información.
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Pueden identificar daños no materiales (como salud mental, violencia o pérdida de redes de apoyo) que suelen quedar fuera de los reportes tradicionales.
2. Reconstrucción y recuperación:
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Lideran iniciativas comunitarias de reconstrucción participativa, agricultura resiliente, educación ambiental o cuidado de recursos hídricos.
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Son promotoras clave de cohesión social y resiliencia comunitaria.
3. Toma de decisiones y planificación:
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Su inclusión en los comités de emergencia y reconstrucción garantiza que las políticas de recuperación consideren a toda la población.
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Aportan una perspectiva integral, basada en el cuidado, la sostenibilidad y la equidad.
5. Recomendaciones para una gestión de daños y pérdidas con enfoque de género
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Desagregar datos por sexo y edad al cuantificar daños y pérdidas.
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Incluir a mujeres en todas las fases del proceso: diagnóstico, diseño, ejecución y evaluación.
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Capacitar a los equipos técnicos en género, interculturalidad y participación inclusiva.
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Reconocer y valorar el trabajo no remunerado (cuidado, reproducción, redes de apoyo).
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Garantizar el acceso de las mujeres a recursos post-desastre: tierras, insumos, créditos, subsidios, educación y asistencia técnica.
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Generar indicadores de recuperación sensibles al género, que vayan más allá de lo económico y consideren bienestar, seguridad y participación.
A Manera de Conclusión
La gestión de daños y pérdidas no puede ser neutral al género. Si no se incorpora esta dimensión, se corre el riesgo de profundizar desigualdades existentes, dejando fuera a las personas más vulnerables, y diseñando estrategias incompletas e ineficientes.
En cambio, si se reconoce el rol transformador de las mujeres y se integra su conocimiento y liderazgo, se logra una recuperación más justa, resiliente y sostenible. En el contexto del cambio climático, donde los desafíos son cada vez mayores, la equidad de género no es un lujo: es una necesidad urgente.
Por: Ing. Agr. Ricardo Castillo López
MSc. Dr.
universidadagricola.com