La educación: Variable imprescindible para el éxito de un sistema de alertas tempranas

Por: Ing. Agr. Ricardo Castillo López, Dr

La educación, en su sentido más amplio, debe entenderse más alla de la mera adquisición de conocimientos y habilidades. Esta debe entenderse como un proceso que conlleva una transformación en la manera en que un individuo percibe, valora y se relaciona con el mundo que le rodea, lo que se manifiesta en un cambio de actitud.

La afirmación anterior implica que la educación va más allá de la transmisión de conocimientos y la repetición de informacion a individuos. Si la información que se suministra, no conlleva a un cambio de actitud, ese proceso no puede catalogarse como un acto educativo.

Esta pequeña introducción pretende servir de base para plantear el objetivo fundamental de este artículo, que no es otro que presentar una reflexión acerca de la forma en que los agricultores de los principales sectores productivos, reaccionan ante los cambios en las distintas variables meteorológicas y, sobre todo,  ante los mensajes de alertas recibidos.

Se pretende dejar claro que, a pesar de que muchas veces los productores reciben mensajes claros e inequívocos acerca de la ocurrencia de eventos meteorológicos adversos, que causan daños severos a sus sistemas productivos, éstos deciden “no hacer nada” para mitigar los daños potenciales de esos eventos. En el análisis de un caso emblemático a nivel nacional se demuestra que, a pesar del apoyo técnico, financiero y logístico que recibieron muchos productores agrícolas del país, durante un tiempo considerable, los mismos no implementaban las respuestas que se esperaban, ante el pronóstico de eventos de sequía.

Se intenta demostrar que, para lograr los objetivos esperados por un sistema de alertas tempranas, más que elementos tecnológicos, pronósticos precisos y apoyo técnico, se requiere de un cambio de actitud en los productores, que sólo puede lograrse mediante su adecuado conocimiento y abordaje; aspectos que son propiciados si a los productores se les permite empoderarse del proceso, mediante la interacción con el sistema.

A la revisión de estos casos por sectores,  se procede a partir de la sección siguiente.

  1. EL CASO DE LA GANADERÍA BOVINA EN VENEZUELA

Venezuela es un país caracterizado por la ocurrencia de dos estaciones bien marcadas: La denominada “estación seca” y la “estación de lluvia”. La estación lluviosa comprende el período del año que va desde el mes de mayo hasta el mes de noviembre; mientras que la estación seca, abarca los meses desde diciembre hasta abril. Una característica de la denominada estación seca es que, debido a su duración e intensidad, produce notables efectos en la mayoría de las explotaciones ganaderas del país.

En esa estación seca, no sólo se reducen la producción de leche y queso, las tasas de reproducción y la velocidad de engorde de los animales (que se traducen en una disminución del flujo de caja del productor), sino que se produce la disminución de la condición corporal del semoviente, e incluso la muerte de parte del rebaño, que contablemente implican una descapitalización del ganadero. A pesar de esas consecuencias, claramente conocidas por los productores pecuarios, muy pocos de ellos se preparan para evitar o disminuir esos efectos. Cifras oficiales de la Fundación Nadbio, de Venezuela, una organización que ha sido referente de la ganadería bovina en el país, incluso reconocido internacionalmente, aseguran que sólo el 8% de los ganaderos se preparan para mitigar los efectos adversos de esa estación seca.

Vale la pena enfatizar que no resultaría difícil, desde el punto de técnico, financiero, comercial o social, realizar acciones orientadas a prepararse para la estación seca. Estrategias como ajustar la carga animal; sembrar pasto de corte; sembrar caña forrajera; construir o mejorar los reservorios de agua; almacenar alimento (como pasto, ensilaje o heno), durante la estación lluviosa para su utilización en la estación seca, son algunas de estas estrategias.

El impacto negativo que produce el no prepararse para la estación seca, se hace evidente no sólo a través de la disminución de los activos biológicos y de la producción, sino por el hecho de que esto ocurre, precisamente, en el periodo del año en que los precios de los productos pecuarios leche y queso, alcanzan sus niveles más alto.

Situación similar se presenta en la carne de res. El menor precio de la carne en pie en el país se presenta, precisamente, durante la estación seca, debido a que se produce un incremento de la oferta de ese producto, ya que una parte importante de los ganaderos comienzan a vender sus animales, antes de que mueran como resultado de la falta de alimentos. Y, por supuesto, son pocos los ganaderos que están dispuestos a comprar animales en esos meses, ya que casi nadie cuenta con alimentos en los potreros de sus fincas.

 De allí que la estrategia de ajustar el tamaño del rebaño que realizan los ganaderos durante la estación seca (aunque de manera tardía), trae como resultado una disminución del precio de la carne “en pie”, por un incremento de la oferta. Esto implica que gran parte de los productores venden su producto en la estación del año en que su precio es menor.

     Lo que pretende dejarse claro en esta parte, es que los productores pecuarios tienen información certera acerca de eventos meteorológicos que impactarán, de manera negativa, sus unidades de producción y sus rendimientos (porque todos los ganaderos saben que la estación seca comienza, en el país, al final de cada año) y deciden “no hacer nada”, es decir, no prepararse con antelación para mitigar sus potenciales efectos.

Y esto tiene una explicación: La toma de decisiones no siempre se basa en criterios de racionalidad económica. Existen aspectos informales como las costumbres, las tradiciones y los valores, que juegan un papel muy importante en ese proceso de toma de decisiones, y que sobrepasan los aspectos meramente técnicos y financieros. Históricamente los ganaderos han hecho muy poco para prepararse para la estación seca, y existe, en ese sector, un gran arraigo por esas tradiciones y esas costumbres.

Es por ello que se sostiene que la educación, el empoderamiento y la participación activa, juegan un papel muy importante para el logro de la eficacia de los sistemas de alertas tempranas. Pero no bastan los programas de capacitación para producir cambios en estos elementos que están profundamente arraigados en los productores. Es necesario un proceso educativo, entendiendo la educación, como las acciones que conllevan a un cambio de actitud en las personas.

Si realmente se pretende lograr un sistema de alertas tempranas efectivo, no sólo hay que centrarse en los componentes de monitoreo y pronóstico, y, en la modernización de los mismos. Un sistema de alerta temprana centrado en las personas, debe hacer especial hincapié en la capacidad del mismo de generar alertas que conlleven a que los productores realmente realicen acciones mitigadoras. De allí la importancia de conocer a estos actores y de hacerlos parte del sistema.

Pero si esas alertas anticipadas del sistema de alertas tempranas no propician la implementación de acciones para reducir los efectos negativos de esos eventos, entonces, desde el punto de vista funcional, ese sistema no es efectivo. Eso implica que, para lograrlo, se debe comprender al ser humano que toma las decisiones ante las referidas alertas. De allí, que un enfoque humano, más que un enfoque tecnicista, es indispensable para lograr la efectividad de un sistema de alertas tempranas.

1.1. Un caso para la reflexión: La experiencia de la Fundación Nadbio y su programa Pidel

Es oportuno presentar en esta parte, la experiencia de la Fundación Nacional para el Desarrollo de la Biotecnología (Fundación Nadbio) en Venezuela y su Programa Integral de Desarrollo Lechero (Pidel)[1].

El Programa Pidel nació como una iniciativa privada de un grupo de Profesores de los Decanatos de Agronomía y Veterinaria de la Universidad Centroccidental “Lisandro Alvarado” (UCLA). El propósito de ese programa, era realizar transferencia tecnológica a los productores lecheros del país, con el fin de mejorar sus índices productivos.

Para lograr ese objetivo, los productores asociados al referido programa eran visitados por los técnicos de Pidel, quienes los orientaban en relación a las buenas prácticas de ganadería, esto es, los protocolos de actuación para el manejo de sus fincas. La transferencia tecnológica se llevaba a cabo no sólo en las fincas, sino que estos se organizaban para recibir charlas y talleres, de manera recurrente, por parte de especialistas.

Entre las buenas prácticas a las que se hace referencia, que vale la pena resaltar constituían el centro de atención de las etapas iniciales de la incorporación de los productores a ese programa, estaban los planes de acción para disminuir los impactos negativos de la estación seca en los rebaños. Pero, a pesar de las reiteradas transferencias de conocimientos, los impactos iniciales no fueron mayores, pues muy pocos productores adoptaban tales prácticas.

Es importante enfatizar que, además de las charlas y los talleres, a los productores se les apoyaba con la logística necesaria para la preparación para la estación seca, otorgándole la semilla de pasto de manera gratuita; el acceso a las maquinarias para realizar ensilaje y henificación (también de manera gratuita), y, el acompañamiento de un técnico especializado para la realización de ese proceso. Pero nada de esto funcionaba como se esperaba: Los productores beneficiarios del Programa, unos 12.000 ganaderos, que constituían alrededor del 10% de todos los ganaderos del país, no se preparaban para la estación seca, aun conociendo la fecha de inicio del tal evento, sus consecuencias y los protocolos de respuestas. Este hecho conllevó a la Fundación Nadbio a darle un vuelco a sus estrategias, creando los denominados los “Grupos Redcom” (Red de Experiencias Compartidas).

Los grupos Redcom estaban conformados por 12 productores de la misma zona geográfica, que se acompañaban de un técnico especialista, quien se encargaba de darles asesoramiento técnico dentro de sus fincas. Estos técnicos propiciaban, además, el intercambio entre los miembros del grupo, y, una vez al mes los reunía para compartir experiencias productivas.

Cada productor se ofrecía para recibir, dentro de su finca, a los otros 11 productores y al técnico del programa. Durante esa visita se intercambiaban experiencias relacionadas con ganadería y se realizaba un diagnóstico de la unidad de producción que se estaba visitando. Cada uno de los productores, durante esa visita, podía aprender acerca de la forma en que el productor anfitrión solucionaba problemas específicos. Luego del recorrido, se sentaban a realizar un plan escrito para mejorar aquellas cosas que no se encontraban en sintonía con las buenas prácticas ganaderas, y, el productor anfitrión, firmaba un compromiso informal de mejorar todos esos puntos tratados, en un lapso de un año.

Es importante mencionar que el tamaño del grupo (12 personas) no es casual. Ese número corresponde exactamente a los meses del año, ya que cada finca es visitada cada año, durante el mismo mes. De esa forma, en cada visita, el productor genera un compromiso con el resto de los productores, de mejorar ciertos aspectos de su unidad de producción y tiene todo un año para cumplir con el mismo.

Los resultados han sido notorios. La mayoría de los productores asociados a un Grupo Redcom se preparan para la estación seca, dentro de otras buenas prácticas ganaderas.

Y el “secreto” detrás de estos resultados, es que el programa Pidel evolucionó desde un programa de capacitación, orientado a transmitir conocimientos, hacia un programa de educación, centrado no sólo en realizar la transferencia de tecnología, sino en cambiar la actitud de estos productores para poder aprovechar tales prácticas. La participación activa y el empoderamiento, contribuyeron a mejorar los resultados.

 

  1. EL CASO DE LA GANADERÍA DE LECHE ESPECIALIZADA[2]: UN CASO ESPECIAL DENTRO DEL SECTOR GANADERO BOVINO

La ganadería bovina especializada de leche de Venezuela, está constituida por alrededor del 6% de los ganaderos nacionales. Estos poseen sistemas especializados y animales de alto mestizaje conformado, sobre todo, por razas europeas, tales como la raza Holstein. Estos animales, en líneas generales, tienen elevados niveles de producción, muy superior al promedio de los 4 litros/vaca/dia que caracterizan al país.

Debido a que estos animales tienen conformación genética de otras latitudes, presentan bajos niveles de adaptación a las condiciones tropicales, por lo que son altamente sensibles a condiciones meteorológicas extremas. En ese sentido, una de las variables meteorológicas que afecta en mayor medida sus niveles de rendimiento y producción, es la temperatura. Valores de temperatura por encima de los 28ºC produce estrés térmico en estos animales, pudiendo provocar caídas en la producción hasta de un 100%. Lo delicado de esta situación, es que una vaca que no produce, no sólo trae como consecuencia la pérdida de la leche de ese día sin ordeño, sino que, por lo general, se enferma de mastitis, una enfermedad que afecta los cuartos (o ubres) de estas vacas y que puede causar la pérdida permanente de la producción, con la consecuente inutilización de estos animales, de alto valor económico.

Es por ello que, en esos sistemas de producción, los ganaderos responden ante cambios de esas variables meteorológicas, intentando mitigar sus efectos negativos. Aquellos productores, dentro de ese sector específico, que no reaccionen ante tales eventos, seguramente terminarán por salir del mercado.

Dentro de las acciones que realizan a los fines de mejorar el confort térmico de los animales, se encuentra la incorporación de aspersores en las salas de ordeño, mediante los cuales se rocía agua a las vacas, con el fin de reducir su temperatura corporal. El suministro de agua prácticamente en cualquier lugar de la finca, mediante bebederos, es también una práctica común en esos sistemas de producción. Adicionalmente, es común en fincas ganaderas especializadas de leche, la presencia de árboles en los potreros, con el fin de suministrar sombra permanente a estos animales.

Por otra parte, los productores de la ganadería de leche especializada, sí se preparan para la mitigación de los efectos de la estación seca. Para ello, en muchas de las fincas se siembra pasto de corte durante la estación de lluvias. Así mismo, se utiliza como estrategia, el almacenamiento y utilización de alimentos balanceados de manera recurrente, así como productos alimenticios, como heno y ensilaje.

  1. LA PRODUCCIÓN DE POLLOS DE ENGORDE Y HUEVOS DE CONSUMO

Debe comenzarse esta parte, señalando que más del 80% de la producción de pollos y huevos en el país se encuentra integrada verticalmente. Esto implica que, empresas productoras de alimentos balanceados (o piensos compuestos, como también se le conoce) financian a los propietarios de las granjas, al suministrar los pollitos bebé, las medicinas, el alimento balanceado y otros insumos (que representan cerca del 90% de los costos de producción del proceso), siendo estas empresas integradoras, propietarias de las aves; recibiendo los granjeros un pago por el “servicio de crianza” de los animales.

Dentro de este proceso fuertemente integrado, se debe destacar que a los granjeros se les obliga a seguir, al pie de la letra, los paquetes tecnológicos desarrollados por las empresas integradoras, sobre todo en relación al manejo de las condiciones de los galpones y al plan sanitario. En ese sentido, gran parte de la producción de pollos de engorde y de huevos de consumo en el país, se realiza en condiciones de ambiente controlado y semi controlado, pues esas actividades productivas se realizan en galpones techados, en el que se controlan, con mayor o menor grado de automatización, las variables temperatura y humedad relativa; vitales en esos procesos.

Es conveniente señalar que la temperatura, aunque es importante a lo largo de todo el ciclo productivo, tiene en las etapas iniciales del proceso, un carácter vital, literalmente. Es por eso que, en las etapas iniciales de vida de las aves, se utilizan las denominadas criadoras o calentadoras, que garantizan el mantenimiento de la temperatura dentro de ciertos niveles. Para ello, se regula el flujo de calor de esos equipos, además de la altura del suelo de los mismos (alejándolas o acercándolas a las aves).

Altas temperaturas a lo largo de cualquier etapa del ciclo productivo en aves, conlleva a una disminución de los índices de producción, una disminución del consumo de alimentos (con su consiguiente efecto en la reducción de la velocidad de crecimiento), un mayor consumo de agua por parte de las aves, e incluso la muerte de los animales. De allí que ante “olas de calor” o incrementos en los valores de temperatura, se evidencia en ese sector productivo, la aplicación inmediata de estrategias ampliamente conocidas en el sector avícola. Tal es el caso del incremento de la velocidad de circulación del aire a lo largo del galpón; la utilización de “rociadores de agua” que disminuyen la sensación térmica de las aves, al incrementar la humedad relativa hasta cierto nivel, y, el incremento de la disponibilidad y acceso al agua (aumentando el número de bebederos).

Un elemento importante en esta parte, es que cada uno de los granjeros debe seguir (y sigue) estos protocolos de respuesta con obligatoriedad. La constante supervisión de todo el proceso por parte de las empresas integradoras, garantiza que se mantengan las condiciones en los galpones y que se les brinde a las aves, las condiciones adecuadas para su óptimo crecimiento. Aquellos granjeros que no sigan al pie de la letra cada una de las acciones recomendadas en el paquete tecnológico, difícilmente puede tener éxito en el sector y seguramente tenderán a salir del negocio avícola.

  1. LA AGRICULTURA VEGETAL

A diferencia del sector pecuario, las posibilidades de realizar prácticas de mitigación en la agricultura vegetal son mucho más reducida. Esto se debe a que, una vez que la siembra ha ocurrido, es poco lo que los productores pueden hacer para mitigar los efectos de variaciones de las condiciones meteorológicas. Y aunque existen algunas prácticas de mitigación, las opciones de respuesta por parte de los productores del sector vegetal son bastante reducidas. Es por ello, que la variable de mayor interés para estos productores, es el momento en el cual inicia y finaliza la estación de lluvia (y la estación seca) en la región del país en que se encuentren.

La fecha de inicio de la estación lluviosa (o de la estación seca), determina la fecha de siembra de gran parte de los cultivos en Venezuela. Esto ocurre, por ejemplo, en cereales (arroz y maíz), leguminosas (caraota, frijol, soya), caña de azúcar, papa, algunos frutales (como aguacate y mango), oleaginosas (ajonjolí), entre otros. Estas fechas de inicio y finalización de lluvias son de gran importancia para los agricultores, porque el nivel de humedad de los suelos, sobre todo durante las etapas iniciales de desarrollo de las plantas, es determinante del éxito de todo el proceso. Si se siembra y el suelo permanece seco durante mucho tiempo, se puede poner en riesgo la viabilidad de la semilla.

En cultivos como las leguminosas, no sólo se debe considerar la humedad del suelo para determinar el momento de siembra, sino que se debe garantizar que las plantas no reciban precipitaciones durante la época de floración, ni durante la cosecha, porque se corre el riesgo de que se caigan las flores o de que se contaminen los frutos (las vainas) con enfermedades fúngicas.

La radiación solar también está muy relacionada con gran parte de los cultivos vegetales. Tal es el caso del maíz, que se comporta con una especie de “batería”, ya que su desarrollo depende, en gran medida, de la cantidad acumulada de radiación solar desde el momento de su “emergencia”. Es por ello que, en ese cultivo, la fecha de siembra debe coincidir no sólo con aquella que garantice las condiciones adecuadas de humedad del suelo sino, además, con aquella que logre que el cultivo reciba la cantidad óptima de radiación solar.

Puede notarse que, para la agricultura vegetal, el conocimiento de las condiciones meteorológicas por parte de los productores debiera ser de gran importancia.  Pero, a pesar de esa  importancia, los productores agrícolas poco analizan estas variables. La mayoría de ellos realizan el proceso de siembra cuando estiman que van a comenzar las lluvias. Para ello se basan, sobre todo, en información histórica, en la tradición, y, en el “saber” popular.

Algunos productores “de avanzada”, sin embargo, sí se muestran interesados en el comportamiento de esas variables. Incluso, existen productores que pagan servicios especializados de información meteorológica, principalmente, pronósticos de lluvias, temperatura, evaporación y humedad. Esto se observa, sobre todo, en productores cerealeros que siembran grandes superficies.

En resumen, una respuesta generalizada es que los productores agrícolas desearían conocer con exactitud la fecha de inicio y finalización de las lluvias para cada año. Y muestran poco interés en el resto de las variables meteorológicas.

A MANERA DE REFLEXIÓN

Los aspectos planteados a lo largo de este artícuo, no sólo pretenden dejar claro la forma en que los distintos productores reaccionan ante cambios en las variables meteorológicas, sino, sobre todo, explicar que la toma de decisiones de los productores agrícolas no siempre obedece a criterios de racionalidad económica. Variables como la formación académica, el asesoramiento técnico, las costumbres, la educación, la participación, el empoderamiento, la obligatoriedad de realizar ciertas prácticas de manejo, entre otras cosas, influyen en esa toma de decisiones. Pero incluso, con señales de alertas claras acerca de eventos adversos, los productores pueden reaccionar “no haciendo nada”.

Y es por eso que se hace hincapié en el hecho de que es necesario conocer las características del productor para poder generar un sistema de alertas tempranas efectivo. De allí que es conveniente desplazar el centro de atención desde el monitoreo y pronóstico de las variables meteorológicas, a fin de que se puedan tomar en consideración, cada uno de los elementos del sistema de alertas tempranas, sobre todo de aquellos que permitan conocer a los productores y aumentar su capacidad de participación.

 

 

[1] La importancia del programa Pidel en Venezuela es tal, que ha sido documentada por el Instituto Interamericano de Capacitación Agrícola (IICA), como referente de un programa de asistencia técnica y de apoyo a los productores pecuarios a nivel mundial.

[2] La ganadería de leche especializada, constituye el subsector de la ganadería bovina que está conformado por las unidades de producción dedicadas, de manera exclusiva, a la producción y venta de leche y/o de productos lácteos. En ese subsector, a diferencia de la ganadería “doble propósito” que caracteriza al país, no se crían ni levantan animales para carne.

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