LA LECHE Y LOS PRODUCTOS LACTEOS

por Alfonso Estudillo

De los varios alimentos que nos habla el Dr. Jean Seignalet en su libro La alimentación, la 3 ª Medicina, y que, de acuerdo a sus investigaciones y teorías, tienen una importancia decisiva en el avance o remisión de la Artritis, podemos destacar como más importantes los cereales, trigo y maíz sobre todo, y la leche de procedencia animal, principalmente la de vaca, por ser ésta la más usada tanto en la ingesta directa como en la elaboración de lácteos.

Recordemos que el régimen alimenticio que propone el Dr. Seignalet como modo de alimentación ancestral comporta seis premisas esenciales:

-Suprimir toda leche animal y sus derivados.

-Suprimir los cereales, salvo el arroz y el trigo sarraceno (alforfón o trigo negro).

-Consumir aceites de primera presión en frío.

-Comer los alimentos crudos o cocidos a una temperatura inferior a 110 º C.

-Elegir, si es posible, alimentos «biológicos» parecidos a los productos originales.

-Tomar sales de magnesio, oligoelementos y vitaminas en dosis fisiológicas, así como fermentos lácticos.

En lo que a la leche se refiere, el Dr. Seignalet afirma lo siguiente: «Muchas personas piensan que prescindir de la leche puede provocarles pérdida de calcio y problemas como la osteoporosis, pues la televisión, la prensa y la mayoría de los médicos repiten que la solidez de los huesos depende de su cantidad de calcio y sólo el consumo diario de productos derivados de la leche puede aportarles en cantidad suficiente ese precioso calcio. Sin embargo, yo digo firmemente que NO. El peligro de la falta de calcio es una ilusión. Es cierto que la leche de vaca es rica en calcio, pero una vez en el tubo digestivo humano la inmensa mayoría del mismo es precipitado en forma de fosfato de calcio y expulsado a través de las heces fecales. Sólo una pequeña parte es absorbida. El calcio asimilable es aportado en cantidad más que suficiente por los vegetales: hortalizas, legumbres secas, verduras, carnes crudas y frutos secos y frescos. Además el calcio es un mineral muy abundante en el suelo donde es recuperado por las raíces de las plantas. En definitiva, eliminar de la alimentación la leche animal no provoca carencia de calcio. Al contrario, el régimen hipotóxico -desprovisto de derivados de la leche- acompañado de magnesio y silicio bloquea 70 veces de cada 100 la evolución de la osteoporosis e incluso permite a veces recuperar parte del terreno perdido».

Hay muchos autores que consideran la leche de vaca como un alimento nocivo para el hombre, pues, según ellos, sus proteínas y su calcio son difícilmente asimilables por la especie humana, ya que ésta está adaptada al estómago del ternero. Aparte de cualquier otro supuesto peligro, podemos citar varios posibles problemas patológicos que puede causar el consumo de leche.

Intolerancia a la lactosa. Esto es debido al déficit de lactasa, enzima digestiva que transforma la lactosa en glucosa y galactosa. Dependiendo del nivel de deficiencia de lactasa, y de la cantidad de alimento ingerido, la magnitud y el número de síntomas puede variar de una persona a otra, siendo los siguientes los más importantes:

Cólicos abdominales.

Flatulencias (gases).

Diarreas frecuentes.

Heces con olor muy fétido.

Estreñimiento y defecación con ardor.

Pérdida de peso y desnutrición.

Crecimiento lento en los niños.

Alergia a la Proteína de la Leche de Vaca (APLV). Se debe a la respuesta anormal del sistema inmunitario del cuerpo a las proteínas de la leche. Puede ser a la caseína o a las proteínas del lactosuero (betalactoglobulina y alfalactoalbúmina). Las reacciones alérgicas más frecuentes son:

Enrojecimiento o eritema en áreas de contacto (labios, mejillas, etc.).

Edema labial.

Urticaria y angioedema.

Gastroenteritis eosinofílica

Vómitos.

Diarreas.

Flatulencia o distensión abdominal (abdomen abombado).

Problemas respiratorios.

Broncoespasmos.

Reacción anafiláctica severa.

Intolerancia a la Proteína de la Leche de Vaca (IPLV). Es causada, también, por una reacción del organismo que reconoce como extrañas las proteínas de la leche y dispone sus defensas contra ellas. La sintomatología es muy parecida a la de Alergia aunque algo menos severa.

Hoy en día se sabe que alrededor del 80% de la población mundial (la mayoría sin saberlo aún), sufre alguno de estos trastornos originados por la ingesta de leche animal.

LA LECHE Y SU CONSUMO

El consumo de la leche de origen animal comenzó, al parecer, con la domesticación de los animales en Oriente Medio. Primero fueron las vacas y luego las cabras y las ovejas entre 9000 y 8000 ad C. No es difícil imaginar que aquellos hombres, toscos y primitivos, pero ya asentados y cuidando algunos animales que les servían para su alimentación, observaran que la leche que mamaban los terneros, producidas en abundancia por las vacas, podía servirles como complemento a sus escasas y poco variadas dietas. Y a aquél que se daría cuenta de que con unas cuantas vacas, con el ordeño y venta o trueque de la leche, tenía asegurada una forma de vida más cómoda y segura que con las duras labores de labranza o, incluso, que con la propia venta de las carnes de los animales (ya que, lógicamente, al sacrificarlo y venderlo, se acabó el negocio). De ahí nacen las modernas industrias lácteas, que envasan y nos venden la leche y todo tipo de productos y elaboraciones sacadas de la misma. Desde los albores de la Civilización nos han vendido sus productos y sus muchas virtudes: quesos, yogures, flanes, batidos, mantequillas, natas, cuajadas, pastelería, etc., etc., constituyéndose en un formidable negocio y una potente industria a la que, hoy por hoy, parece bastante difícil desmontar. Será necesario que continúen las investigaciones (o, más bien, que se quiera hacer) para poder probar de forma contundente que la leche es un formidable producto para las crías de los diferentes animales que la producen, pero no para la alimentación del hombre.

(Nota del autor). Aunque el Dr. Seignalet prohíbe expresamente todo los derivados lácteos, cabría hacer una excepción con el yogur por tratarse de un probiótico de leche fermentada (la lactosa se pierde y las proteínas sufren modificaciones que las hacen más sencillas y digeribles) y, sobre todo los BIOS, con alto contenido de bacterias acidolácticas (Streptococcus thermophilus, Lactobacillus bulgaricus, Lactobacillus casei imunitass, Lactobacillus acidophilus 1, lactobacillus casei shirota, Bifidobacterium bifidus), elementos que contribuyen a equilibrar la flora bacteriana de nuestro intestino y a potenciar nuestro sistema de defensas. Mejor los BIOS («vivos» o activos) que los pasteurizados. Aún así, no es recomendable a los que sufran alergia a la Proteína de la Leche de Vaca (APLV) o intolerancia a la misma (IPLV).

Para los que están acostumbrados a tomar leche con frecuencia, podemos decirle que tienen una alternativa en las leches (suelen denominarse «bebidas») de arroz, de almendras, de soja o de avena. Hay otras, como la de castañas, coco, avellanas, etc., también recomendables, pero que son menos conocidas y poco habituales en las estanterías de las tiendas.

Las leches de arroz y de almendras parecen estar totalmente exentas de cualquier toxicidad y de dudas respecto a su procedencia y elaboración. No así la leche o bebida de soja, que, si bien parece tener diversos efectos benéficos para la salud, sobre todo para las mujeres en las edades de la menopausia (por la gran cantidad de fitoestrógenos que contiene), su origen, en muchas ocasiones transgénico, nos hace tener reparos a la hora de aconsejarla.

La leche de avena, como las demás «leches» o bebidas vegetales, se están poniendo de moda y comercializando desde hace muy poco tiempo y como alternativa al cada vez mayor conocimiento de la toxicidad de la leche animal. No encuentro estudios fiables de ella y no se sabe con exactitud los posibles resultados adversos que pudiera tener su ingesta continuada en los seres humanos. No obstante, la leche de avena es, sin la menor duda, una alternativa a la leche animal, y, aunque proveniente de un cereal no recomendado, parece que su elaboración le hace perder una de las fracciones más tóxica de sus componentes (la gliadina).

EXPERIENCIAS (Enero, 2007)

Mi experiencia respecto a la leche como paciente de Artritis Reumatoide es escasa, porque, como ya dije, estas informaciones llegaron a mis manos cuando ya llevaba unos años procediendo de la forma que relato en anteriores artículos, y por tanto, gozando de una indudable mejoría. No pude, por tanto, hacer unas pruebas que -como hice con los caracoles- me convencieran de forma definitiva de la nocividad de la leche para el proceso de la enfermedad. Sin embargo, como sí que tenía ya algunas referencias respecto a su posible nocividad en los humanos, cuando -sobre el año 2000- decidí dejar medicación y especialistas e intentar una «curación alternativa», como en mi dieta se podía encontrar un consumo de leche y lácteos que podíamos calificar como alto (tomaba café soluble hecho en un vaso de leche para el desayuno, otro vaso de leche tras el almuerzo y otro tras la cena (costumbres), y lácteos como quesos, flanes, etc.), decidí suprimir el vaso de leche tras el almuerzo y cena y limitar a muy escasas ocasiones la toma de flanes, quesos y otros productos que incorporaran leche.

No puedo afirmarlo categóricamente, pero creo que el resultado de esta abstención de leche y lácteos tuvo mucho que ver con las mejorías que fui observando y que, como ya he relatado, en la actualidad, se ha ido traduciendo en una casi total remisión de la enfermedad (casi la totalidad de los síntomas siguen ausentes). Naturalmente, hoy por hoy, y desde que tuve ocasión de leer estas teorías del Dr. Seignalet que comento (confirmando de manera más precisa y científica las que ya sabía o sospechaba), también he suprimido la leche del desayuno y tomo el café soluble disuelto en agua. Por el contrario, he añadido la toma con cierta frecuencia de un yogur de tipo Bio (con Bifidus activos y otros). El resultado, por el momento, es excelente.

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