El cambio climático ha hecho evidente que no basta con identificar los riesgos: es indispensable entender las barreras que impiden actuar a tiempo y de forma coordinada. En este sentido, la economía institucional aporta una herramienta fundamental para interpretar estos obstáculos: los costos de transacción.
Estos no son los costos visibles de construir una obra o implementar un proyecto, sino los que surgen de interactuar, coordinar y tomar decisiones entre múltiples actores.
En los contextos climáticos, estos costos tienden a amplificarse, afectando la capacidad de respuesta y adaptación, especialmente en territorios rurales y vulnerables.
¿Por qué aumentan los costos de transacción en contextos climáticos?
Hay tres factores fundamentales que explican esta amplificación:
1. Incertidumbre climática: el riesgo sin patrón claro
El cambio climático no solo aumenta la frecuencia e intensidad de eventos extremos, sino que hace menos predecible el comportamiento del clima. Esta incertidumbre tiene implicaciones profundas:
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Las personas no saben cuándo ocurrirá el próximo evento adverso ni cuán severo será.
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Esto dificulta la planificación a largo plazo y desalienta las inversiones en prevención.
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Las instituciones también enfrentan dificultades para justificar inversiones cuando el riesgo es difuso o parece lejano.
Desde el punto de vista de la transacción, la incertidumbre incrementa los costos de negociación y planificación, porque exige más estudios, más tiempo para llegar a acuerdos, y mayor margen para el error. Además, puede generar inacción, una forma silenciosa pero peligrosa de fracaso en la coordinación.
2. Asimetría de información: saberes desiguales, decisiones débiles
En la gestión del riesgo climático, no todos los actores tienen acceso a la misma información ni la misma capacidad para interpretarla. Esto crea una asimetría entre:
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Instituciones técnicas (meteorología, planificación, ciencia).
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Autoridades locales o municipales con recursos limitados.
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Productores rurales que manejan el clima con base en la experiencia, pero sin datos actualizados.
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Comunidades indígenas o campesinas con conocimientos propios, muchas veces no integrados en los sistemas formales.
La asimetría de información genera desconfianza, decisiones erróneas y dificultades para generar consensos. También encarece los mecanismos de comunicación y monitoreo, al tener que traducir y socializar datos técnicos en múltiples niveles.
En términos de costos de transacción, esto se traduce en:
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Costos de búsqueda y acceso a información confiable.
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Costos de traducción o intermediación técnica.
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Costos derivados de malas decisiones por información incompleta o errónea.
3. Necesidad de acción colectiva: el dilema del bien común
El clima no respeta límites administrativos ni propiedad privada: sus impactos son colectivos, y su gestión también debe serlo. Sin embargo, coordinar a múltiples actores con intereses diversos es un reto en sí mismo. Esto se conoce como problema de acción colectiva y se expresa en dilemas como:
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¿Quién paga por una infraestructura que beneficia a todos?
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¿Qué incentivo tienen los actores individuales para invertir en prevención si otros no lo hacen?
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¿Cómo se logra que las decisiones nacionales bajen hasta el nivel local de forma eficaz?
Estos dilemas generan altos costos de coordinación, monitoreo y cumplimiento, ya que se necesitan marcos de gobernanza sólidos, liderazgos legítimos y mecanismos de vigilancia que aseguren la participación y el compromiso mutuo.
En zonas rurales, donde el tejido institucional suele ser más frágil, estos costos pueden volverse prohibitivos, y el resultado es la inacción o la respuesta desarticulada, que termina amplificando el riesgo.
¿Qué implicaciones tiene esto para la gestión del riesgo climático?
Entender cómo estos tres factores elevan los costos de transacción permite identificar puntos críticos donde intervenir:
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Invertir en información accesible y oportuna, no solo en datos técnicos, sino en mecanismos de comunicación adaptados a los distintos públicos.
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Fomentar la creación de instituciones intermedias confiables, que reduzcan las asimetrías y faciliten acuerdos entre actores diversos.
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Fortalecer las capacidades locales de gestión, para reducir la dependencia de órdenes externas y facilitar la acción colectiva desde el territorio.
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Diseñar incentivos que alineen intereses individuales y colectivos, por ejemplo, seguros indexados, fondos rotatorios o premios por prácticas resilientes.
A Manera de Conclusión
En el contexto del cambio climático, los costos de transacción son un factor silencioso pero determinante. La incertidumbre, la desigualdad en el acceso a la información y la necesidad de coordinación colectiva complican la toma de decisiones y encarecen la acción. Si queremos sistemas más resilientes y efectivos, no basta con tener tecnología o financiamiento: debemos reducir los costos de interactuar, confiar y actuar juntos. Solo así la gestión del riesgo podrá convertirse en una oportunidad de transformación sostenible.
Por: Ing. Agr. Ricardo Castillo López
MSc. Dr.
universidadagricola.com