¿Las plantas duermen?

Los animales necesitan dormir para poder recuperar la energía que han perdido durante su periodo de actividad. Si no lo hicieran, no tardarían mucho en estar débiles y/o enfermos. Pero, ¿y los seres vegetales? ¿También descansan?

Preguntarse si las plantas duermen es fascinante, ya que la respuesta que obtendrás te va a ayudar a comprender mejor a estos maravillosos y, siempre sorprendentes, seres vivos.

Las plantas no tienen un sistema nervioso central como tenemos nosotros, pero sí que tienen un ritmo circadiano adecuado al ciclo día-noche de 24 horas. Este ciclo les ayuda a saber cuándo deben de empezar a realizar sus funciones y cuándo tienen que suspenderlas.

Como sabemos, dependen del sol para crecer, incluso las begonias o los helechos, que prefieren estar protegidos del astro rey, no podrían sobrevivir si no tuvieran luz, pues no podrían realizar la fotosíntesis y, por lo tanto, no podrían alimentarse. Pero claro, cuando oscurece desaparece la oportunidad de realizar este importante proceso, así que su comportamiento cambia.

Albizia julibrissin con las hojas plegadas al atardecer, de mi colección.

Algunas, como la Albizia julibrissin que puedes ver en la imagen superior, pliegan sus hojas debido a la falta de luz. A esta curiosa reacción se la conoce como nictinastia, que no es más que una respuesta reversible a los estímulos lumínicos. Se cree que lo hacen para evitar perder calor cuando la radiación disminuye, lo cual resulta asombroso.

Las especies nictinásticas tienen en la base de sus hojas el pulvínulo, que es una estructura circular y flexible. Éste posee células extensoras que son las responsables de la apertura de las hojas y células flexoras que son las responsables del cierre foliar. Los dos tipos de células aumentan de tamaño al aumentar su turgencia cada mañana al salir el sol, y cada anochecer respectivamente.

Por lo tanto, las plantas no duermen, pero si se las expusiera las 24 horas del día a la luz del sol tendrían problemas. ¿Por qué? Porque es por la noche cuando crecen. Con el crecimiento no sólo aumentan de tamaño sino que, al hacerlo, consiguen volverse cada vez más fuertes, lo cual resulta vital para poder resistir plagas, enfermedades y las condiciones medioambientales que haya en el lugar.

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