Ribera del Duero recoge la segunda mayor cosecha de su historia

La cosecha de Ribera del Duero 2018 tan sólo es superada por los 133 millones que se recolectaron en 2016. El último dato facilitado por el Consejo Regulador ribereño establece que han entrado en las tolvas 124.717.752 kilos de uva, aunque esta cifra que aún puede variar ya que, aún había cuatro bodegas abiertas y se están revisando todos los datos facilitados por los veedores, según han explicado a EFE fuentes del Consejo Regulador.


Los más de 124 millones de kilos recogidos este año  en la Ribera del Duero 2018 superan los 122,3 que se recolectaron en la campaña de 2014 y es la tercera ocasión en la que se supera la mítica cifra de los cien millones de kilos.  La vendimia comenzó el pasado 17 de septiembre y se ha dado por terminada coincidiendo con la finalización del mes de octubre.
En este proceso han participado 315 bodegas y 8.300 viticultores, que han recogido la uva de 23.200 hectáreas de viñedo, lo que arroja una media de algo más de 5.300 kilos por hectárea. El momento de máxima actividad se ha registrado entre los días 7 y 15 de octubre, con un parón durante el 14, provocado por la lluvia.


“Se ha cumplido lo que dice la tradición, que en el Pilar se generalice la vendimia. Aunque en los últimos años ha venido algo más adelantada“, ha asegurado el jefe de los Servicios Técnicos del Consejo Regulador ribereño, Agustín Alonso. Los vinos de esta añada muestran una gran carga de color, con un importante componente aromático, especialmente frutal. En boca da sensación de equilibrio y frescor, así como impresiones frutales, según consta en el primer informe técnico, provisional aún.
Asimismo, han apuntado a que harán las delicias tanto de los amantes de los vinos jóvenes y frescos, más ligeros, como de aquellos que prefieran los caldos de guarda de Ribera, “recordando en cierta medida las longevas cosechas del año pasado”, ha añadido el jefe de los Servicios Técnicos del Consejo Regulador.


Con la vendimia se cierra una campaña que arrancó marcada por las fuertes heladas sufridas en 2017, seguidas por la peor sequía de su serie histórica. Tras un invierno frío, en el que se alcanzaron los 12 grados bajo cero, el desborre se produjo en las fechas habituales, en torno a finales de abril.
Sin embargo, la climatología cambió y se vivieron unos meses de mayo y junio con temperaturas más bajas de lo habitual, llegando a registrarse heladas los días 1 y 12 de mayo que afectaron a aquellas plantas situadas en lugares poco favorables para eludirlas.
Con la llegada del calor en junio y las suaves temperaturas de julio, unido a las abundantes reservas hídricas, las viñas continuaron su rápido desarrollo hasta llegar al momento de la recogida de la uva.
“Se puede decir que ha habido dos vendimias. Las plantas que tenían menos carga, las afectadas por las heladas y las de mayor edad, han madurado antes y se han podido recoger primero y luego ha habido que esperar a la perfecta maduración de las plantas con mayor producción”, ha explicado Alonso.
Respecto a enfermedades, finalmente no ha aparecido el mildiu y el oidio, solo en casos muy puntuales. Tampoco ha habido plagas de insectos y no se han registrado casos de botrytis durante la maduración por la práctica ausencia de lluvias.

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