Biosolarización, una nueva alternativa para esterilizar los suelos

Esta técnica actúa de forma similar al bromuro de metilo, aunque obtiene gases provenientes de la descomposición de materia orgánica.

Por años el bromuro de metilo ha sido utilizado como el fumigante principal en cultivos agrícolas a nivel mundial, debido a su rápida acción como pesticida de amplio espectro, que controla nemátodos, hongos, bacterias y malezas.

Sin embargo, diversos organismos mundiales han considerado este gas como una amenaza ambiental, debido a su alto poder contaminante. Esta preocupación por el medio ambiente y la firma del Protocolo de Montreal —acuerdo internacional para la limitación del uso de compuestos halogenados y bromados—, al cual Chile pertenece, ha derivado en que su uso se suspenda de forma definitiva en 2016.

En ese contexto, la biosolarización ha surgido como una interesante alternativa para la esterilización de los suelos, debido a que genera una serie de beneficios.

La combinación para el éxito

La biosolarización es una técnica que se basa en la combinación de la solarización tradicional, mediante el uso de mülch, y la biofumigación, a través de la descomposición de los residuos provenientes del cultivo.

Solarización: Esta técnica tradicional se basa en la desinfección del suelo por medio del calor que genera la energía solar. Este proceso se caracteriza por ser hidrotérmico, es decir, necesita de humedad y calor para cumplir su función. Al combinar un suelo húmedo, una cubierta de plástico y la exposición del sol, se logra aumentar la temperatura del suelo y generar la evaporación del agua. Además se consigue disminuir la presencia de nemátodos, hongos y bacterias, y la emergencia de semillas de malezas.

Esta cubierta plástica suele ser de polietileno, material derivado del petróleo que permite casi por completo el paso de la radiación solar; no así de la radiación terrestre, por lo que disminuye el escape del calor desde el suelo. Esta característica permite que la temperatura del suelo se eleve y se mantenga estable durante las horas de radiación solar.

Biofumigación: Este proceso se basa en la utilización de los residuos vegetales provenientes de los cultivos anteriores, principalmente de crucíferas —como brócoli, coliflor o repollo—, que gracias a su descomposición liberan una sustancia tóxica conocida como allil-isometiltiocianato. Este compuesto ejerce una acción controladora sobre hongos y nemátodos, similar a la del bromuro de metilo, lo que genera la erradicación de estos patógenos.

“La utilización de ambas técnicas de forma simultánea potencia el efecto desinfectante que podrían tener por separado”, explica el Dr. Jorge Carrasco, investigador de manejo de suelos del Inia Rayentué.

Aun cuando el bromuro de metilo controla en un 100% los patógenos del suelo, la utilización de ambos métodos en conjunto —solarización y biofumigación— alcanza un 65% de eficacia, lo que de acuerdo al experto es suficiente para que el agricultor tenga una buena población de plantas en su cultivo y, por ende, una buena producción futura. “Y es que lo interesante no es sólo la disminución en la carga de patógenos, sino que también entrega grandes beneficios al suelo”, afirma Carrasco.

La gran ventaja

Como todo negocio, los costos son una de las principales preocupaciones para los productores. Y es que con las alzas en el precio del bromuro de metilo en los últimos años, la implementación de una técnica más económica llena de ilusión a los productores.

Lo cierto es que la biosolarización se caracteriza por tener un bajo costo de implementación en comparación al bromuro de metilo. Si bien en ambos casos se debe invertir en la compra de polietileno para cubrir la superficie, en la biosolarización se utilizan los residuos provenientes de cultivos como las crucíferas.

“Al ser una técnica que utiliza los restos orgánicos de los cultivos anteriores, el material a utilizar no tiene costo para quienes generan estos residuos. Además, al ser de bajo costo y de fácil aplicación, es una alternativa interesante para cultivos con bajo retorno económico como las producciones hortícolas”, afirma Carrasco.

Desde el punto de vista del manejo de suelos, esta alternativa es sumamente beneficiosa para las propiedades físicas, químicas y biológicas del suelo. “En rigor, estás incorporando materia orgánica en el suelo, cosa que no hacen los productos químicos, lo que resulta en una mejora de todas las propiedades del suelo”, indica el experto.

Esta incorporación de materia orgánica resulta aún más interesante en la zona norte. En Arica, por ejemplo, donde existen suelos entre franco-arenosos y arenosos pobres en materia orgánica, el Inia ha llevado a cabo estudios con muy buenos resultados entre los productores de tomate. “Como el cultivo del tomate, por lo general, se realiza como monocultivo existe una extracción importante de nutrientes y una gran acumulación de hongos y nematodos. En este caso, la biofumigación ayuda a solucionar ambos problemas”, añade Carrasco.

Desventajas

La principal desventaja de esta técnica es que no siempre se puede disponer del material vegetal necesario. Y es que en Chile no en todas las regiones se producen crucíferas.

Al utilizar material vegetal que necesita ser descompuesto, la actividad biológica del suelo toma mayor importancia. Suelos con pobre actividad de microorganismos limitarán la efectividad del proceso.

El tiempo que demore en terminar el proceso dependerá de la localidad, ya que esta determinará la temperatura que se acumulará. “En Talca, por ejemplo, debido a las temperaturas de esa zona se necesitan entre 40 y 50 días. En el Valle de Azapa, en cambio, sólo se requieren 30 días para terminar el proceso”, indica Carrasco.

De acuerdo al experto, esta práctica no se recomienda para todos los productores. Los intensivos, por ejemplo, es decir, aquellos que plantan en otoño para luego arrancar sus plantas en diciembre y replantar en 10 días, no tendrán tiempo suficiente para terminar el proceso de biosolarización. “Es por esto que el bromuro de metilo es tan famoso, porque su tiempo de persistencia es bastante más corto y permite mantener este ciclo productivo tan estrecho”, afirma Carrasco.

El momento de plantar

Para que el proceso de descomposición sea efectivo, éste necesita de humedad, por lo que es indispensable regar mientras se está biofumigando. Si el suelo se encuentra seco, el proceso se inactivará, dejando la descomposición de la materia orgánica a medias. “Luego, cuando se plante el cultivo, con el primer riego este proceso se reactivará, pudiendo ser fatal para todas las plantas”, añade el experto.

Por esta razón el experto recomienda realizar una prueba antes de plantar el cultivo definitivo, la que se conoce como el test de la lechuga. Este procedimiento consiste en plantar plántulas de lechuga y observar su comportamiento durante 5 días. Así, si las plántulas no se han caído, la biofumigación habrá terminado y se podrá continuar con la siembra o plantación del cultivo.

Esta práctica también se puede realizar con semillas, midiendo la germinación durante cinco días. La idea es asegurar que el proceso de biofumigación haya terminado y que el suelo se encuentre apto para recibir a las plantas.

El paso a paso

1-Si bien la mayoría de las veces se puede utilizar cualquier materia orgánica como biofumigante, se debe priorizar el uso de material proveniente del cultivo de crucíferas. Estos deben ser picados de forma pequeña con el fin de aumentar la superficie de contacto con los microorganismos a cargo de la descomposición. Para esto se puede utilizar un motocultivador o bien una picadora de residuos.

2-Para incorporar la materia orgánica se debe realizar un surco sobre la hilera de plantación, que tenga una profundidad de 15-20 centímetros.

3-Al momento de la incorporación, se debe tener precaución de distribuirlos de manera uniforme, en una proporción de 40 kilos de materia orgánica por cada 10 metros de surco. Una vez incorporado el material, se debe tapar el surco y cubrir completamente el residuo.

4-La instalación de la cinta de riego se debe llevar a cabo inmediatamente después de realizar la incorporación del material vegetal en el suelo, debido a que se requerirá de humedad para comenzar con la descomposición.

5-Se debe instalar la cubierta plástica, teniendo la precaución de afirmar los bordes para evitar la pérdida de gases, humedad y temperatura.

6-Una vez finalizada la instalación se debe llevar a cabo el primer riego.