La riqueza de Chile

Hoy en día el maíz utiliza el equivalente a alrededor de cinco mil millones de dólares en fertilizantes cada año, que son a base de combustibles fósiles y contribuyen drásticamente tanto al calentamiento global como al uso de energía no renovable. Es por ello que las soluciones microbianas para la fijación del nitrógeno en el maíz se consideran el “santo grial” de la investigación en los biofertilizantes.


Si quisieran desarrollar esta salida, deberían ir al centro de diversidad, un área donde exista diversidad de materiales, no sólo vegetal, sino también microbiana, para luego trabajar en un ambiente selectivo. Así lo explicó durante su presentación Alan Bennett, Director Ejecutivo del Centro de Propiedad Intelectual para la Agricultura (PIPRA)  y Director Ejecutivo de UC Davis Chile, quien agregó que para este tema en particular se dirigieron a México, centro de la diversidad del maíz.


Según recordó, en esta instancia acudieron también a ambientes selectivos con suelos bajos en nitrógeno, donde el maíz igual pudo crecer. Bajo este escenario se preguntaron de dónde provenía el nitrógeno de estas plantas y cuál sería la sociedad microbiana que lo permitía. La conclusión fue que se trataba de plantas asociadas a microbiomas que permitían su nutrición, algo que también ocurre en Chile, donde se busca aplicar los mismos principios; es decir, una región o lugar donde se esperaría encontrar diversidad de plantas y el ambiente selectivo que va a contener los rasgos que permitan el desarrollo del cultivo.


CHILE: RICO EN RECURSOS GENÉTICOS


“En Chile el centro de diversidad existe y no podría ser mejor. Sabemos que hay una población diversa de plantas y especies animales que contribuyen a la biodiversidad de microbiomas”, señaló el experto respecto de nuestro país, destacando, por ejemplo, el crecimiento de tomates en zonas áridas, lo que demuestra que también cuenta con ambientes selectivos. En este sentido Bennett se refirió a un proyecto que realiza UC Davis Chile en asociación con la Universidad de Tarapacá en Arica, que se enfoca en la producción sustentable de frutas y verduras en el Valle de Azapa, un ambiente reconocido por su alto nivel de sales, lo que representa un desafío para la producción. “Sin embargo, existen una serie de comunidades indígenas pre hispánicas que han estado cultivando en estas zonas hostiles durante cientos de años, por lo que ellos entregan este ambiente selectivo en donde la agricultura está trabajando y podemos comenzar a hacernos los cuestionamientos pertinentes. Vemos la oportunidad de desarrollar y preservar a partir de esos ambientes las comunidades microbianas que pueden estar participando en la nutrición de estos cultivos”, profundizó respecto de la situación de nuestro país.


En cuanto a la estrategia, comentó que ha sido bastante directa, tomando muestras vegetales, aislando de manera primaria los microbios que viven dentro del tejido vegetal, y caracterizándolos de manera genética para poder identificar al menos el nivel de taxonomía.


Luego se realizó la recopilación del cultivo y se llevó a la evaluación las plantas mismas. “El modelo primario aquí son los tomates y existe una recopilación más bien amplia que se ha enfocado en una cantidad relativamente pequeña que demuestra la eficacia”, agregó.


Asimismo, Bennett se refirió a otro proyecto de UC Davis Chile que se enfoca en la enfermedad de la madera de las parras, presente en el 22% de las viñas en Chile. “Lo que buscamos es aislar los microbios y encontrar las relaciones que puedan entregar una actividad antagónica en contra de los principales agentes causantes. El mismo enfoque se ha realizado en cuanto a la muestra de aislamiento de microbio, ensayos in vitro y buscando los mecanismos antagonistas”.


De esta manera, el experto demostró el potencial que tiene nuestro país en la industria de bioinsumos, dado que se trata de una zona rica en recursos genéticos. La misma postura exhibió Freddy Boehmwald, Coordinador Desarrollo de Bioproductos de UC Davis Chile. “Tenemos todos los ambientes presentes en Chile, contamos con sectores extremos como la Pampa y la Antártica y todos los ecosistemas están sustentados por la producción de microorganismos”, comentó el experto, que destacó la función de INIA como banco de recursos microbianos y el programa de recuperación de variedades chilenas de Odepa.

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