El sistema productivo de cuyes, alternativa de desarrollo rural en Colombia

El conejillo de indias, curi o cuy como es ampliamente conocido, es un animal que tiene potencial sociocultural, nutricional y económico en el bienestar de muchas familias en Colombia y Latinoamérica. Conozca un detalladamente esta especie.

Este es un mamífero roedor del género Cavia, herbívoro, monogástrico y de ciclos productivos cortos, originario de América del Sur, desde Venezuela hasta Argentina y desde los Andes hasta Brasil. Es criado principalmente para consumo humano por su alto valor proteico en las regiones de Bolivia, la sierra peruana y ecuatoriana y el sur de Colombia. (Lea: La carne de cuy es esencial para combatir el cáncer y enfermedades cardiovasculares)

Además, la cadena de valor ha incursionado en otros mercados como la industria del curtido, elaboración de tejidos, abono orgánico, con amplio valor domestico como mascota o valor científico en estudios de investigación, entre otros. 

En el contexto histórico, se estima que la domesticación del cuy data de aproximadamente 2300 años, pues la crianza fue reportada por primera vez por Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdez en 1547, dentro del inventario que realizó para la Corona española donde lo referencio como un “chanchito de la India” debido a una comparación que realizó con los cerdos por ser criados y engordados para comer.

Según diversos estudios se reporta un total de más de 100 millones de cuyes en Latinoamérica, principalmente concentrados en Perú, quienes presentan la mayor tecnificación, investigación, desarrollo y comercialización del sistema productivo, seguido por países como Ecuador, Bolivia y Colombia. A nivel nacional, los departamentos con mayor producción son Nariño (alrededor del 94 % de producción nacional), Cauca, Putumayo, Huila, y Valle del Cauca.

William Burgos, investigador de Agrosavia del Centro de Investigación Tibaitatá (Mosquera-Cundinamarca), destaca que el aumento de la demanda nacional e internacional de la carne de cuy en los últimos años ha promovido el desarrollo de tecnologías y prácticas de crianza más eficientes, tal como es el caso del diseño e implementación de infraestructura y equipos

De acuerdo a Burgos, “hasta el año 2000 un emprendimiento cuyícola “grande” podría contar con aproximadamente 200 hembras de cría y sistemas de alojamiento en piso o jaula de madera. En la actualidad, se han identificado múltiples trabajos que superan las 1000 hembras de cría y sistemas de alojamiento y cuidado tecnificado con mejoramiento en su pie de cría y prácticas de manejo, y considerando condiciones de bienestar y sanidad animal”.

A pesar de dichas tecnificaciones, la crianza del cuy está ampliamente ligada con los saberes culturales de las comunidades que son transmitidos de generación en generación y conservados en el haber cultural de los territorios andinos. Por tal razón la importancia de poder implementar procesos de gestión del conocimiento local y coinnovación. (Lea: Fiesta del cuy cerró el Carnaval de Negros y Blancos)

Alvaro Mauricio Cadena, profesional de Transferencia de Tecnología del centro de investigación Obonuco, cuenta que el “cuy en las zonas andinas tiene importantes ventajas en comparación a la producción de otras especies pecuarias, donde se puede relacionar su calidad de especie herbívora, incorporación en sistemas de producción mixtos, un ciclo reproductivo corto y alto pie de cría, demanda de poco espacio físico para su producción y flexibilidad de sus instalaciones y manejo”.

También se destaca su bajo nivel relativo de inversión inicial y costos de producción, la facilidad de adaptación a diferentes ecosistemas y su alimentación versátil, así como la prestación de servicios ambientales como una menor carga animal y aportes a la mitigación de gases efecto invernadero debido a la restitución frente otros sistemas productivos con mayor impacto ambiental.

Para Cadena, “propiciando técnicas de manejo apropiadas, la producción cuyícola puede intensificarse y adaptarse a aquellas familias con poca disponibilidad de tierras para actividades productivas sostenibles y rentables, sobre todo, en un marco de agricultura familiar”.

Trabajo activo de la mujer en la cuyicultura

Los investigadores de Agrosavia Rocío Esperanza Patiño y Juan Leonardo Cardona, de los Centros de Investigación Tibaitatá y Obonuco, respectivamente, mencionan que en departamentos productores como Nariño y Putumayo, el rol de la mujer es fundamental, estando representada en un casi 90 % de las labores productivas, que refieren a la crianza, consecución y oferta de alimento, mantenimiento de las instalaciones, manejo reproductivo y sanitario, e inclusive la comercialización (bien sea animales vivos, en canal o preparados para su consumo). 

Consumo

Algunos estudios realizados en el departamento de Nariño muestran que la carne de cuy ocupa el segundo puesto en el consumo de carnes del área rural después de la proteína de res y el cuarto en el área urbana.

Esto puede suponer un incremento gradual del consumo de carne de especies menores, especialmente en áreas urbanas del sur del país, debido a la escasa oferta de fuentes de proteínas y aminoácidos esenciales para el crecimiento y desarrollo de los seres humanos, las cuales sean diversas al público y de bajo costo que faciliten su acceso.

La carne de cuy puede constituirse como una fuente nutritiva de alimento que genere valor agregado mediante procesos agroindustriales. Su alto valor nutritivo puede verse reflejado en su buen contenido de proteína y hierro, alta digestibilidad,  poca cantidad de sodio y grasa; además tiene ácidos grasos esenciales que contribuyen al desarrollo nervioso e intelectual. (Lea: Campesinos de Nariño se benefician de programa de comercialización)

Finalmente, es tal la importancia de la cuyicultura, que en el momento se está llevando la formulación del Acuerdo de competitividad de la cadena productiva y agroindustrial del cuy en Colombia, el cual supone un instrumento de planeación de estrategias, acciones y recursos en pro de la innovación, la sostenibilidad, el emprendimiento y la asociatividad.