El cultivo del ajonjolí: consideraciones generales y agronómicas

El ajonjolí, cuyo nombre científico es Sesamum indicum L. (familia PEDALIACEAE) es una especie cultivada sobre la cual no hay consenso acerca de su sitio de domesticación. India y Etiopía abarcan actualmente los territorios donde presumiblemente esta especie tuvo su origen. Las investigaciones más recientes al respecto indican que el ajonjolí fue domesticado a partir de la especie silvestre Sesamum malabaricum en India, y posteriormente, debido al comercio entre Abisinia e India, llega al continente africano. La planta de ajonjolí se caracteriza por tener un ciclo de vida que puede variar entre los 70 y 150 días (depende fundamentalmente del cultivar), con una raíz pivotante que normalmente no profundiza mas allá de los 30 cm, un tallo generalmente herbáceo, alguna veces con cierta lignificación, que puede o no portar ramas. Las hojas son simples, de forma variable en la misma planta, de filotaxia también variable, a veces opuestas, a veces alternas, a veces mixta, a veces en roseta. La flores se caracterizan por tener una corola la mayoría de las  veces de color claro, con alguna pigmentación amarilla, rosada o violeta, con cuatro estambres adnatos; el gineceo posee un estigma bífido. Los frutos son cápsulas, generalmente bicarpelares y tetraloculares que poseen en su interior entre 30 y 60 semillas. El tamaño de la semilla se mide según lo que pesen 1000 semillas. Una semilla considerada como grande es aquella en la cual 1000 semillas pesan 3 gramos.

Actualmente el ajonjolí es un cultivo de gran importancia económica en áreas tropicales. El uso principal que se le da es la obtención de semillas como fuente de un aceite comestible de gran calidad, por su excelente balance entre ácidos grasos, además de la presencia de importantes antioxidantes. Adicionalmente, la semilla de ajonjolí es utilizada para su consumo directo, al natural, tostada o descortezada. En países árabes es también usada como materia prima principal para la elaboración del tahini, que es la mezcla de semillas molidas de ajonjolí, agua y sal. El consumo de ajonjolí se ha venido incrementando por el valor nutricional que posee. Además de su aceite que tiene antioxidantes como el sesamol y la sesamolina, la semilla posee un alto contenido de proteínas (aproximadamente el 20% del peso de la semilla) así como de minerales, destacando el zinc (10 mg por cada 100 gramos de semilla, 10 veces mas que el huevo, porcentualmente  solo superado por las ostras y el germen de trigo), hierro (30 mg por cada 100 gramos de semilla, uno de los alimentos con mayor contenido de hierro, 3 veces mas que las lentejas, el doble del hígado), el calcio (1000 mg por cada 100 gramos de semilla, el doble que las sardinas, la misma cantidad que varios tipos de queso, tres veces mas que la leche) y magnesio (400 mg por cada 100 gramos de semilla, dos veces más que las almendras y el maní).

La producción mundial anual de ajonjolí supera los cuatro millones de toneladas, siendo Myanmar, India, China, Etiopía y Nigeria los mayores productores. Aproximadamente el 25% de la cosecha de estos países va al mercado de exportación, a países como China, Japón, Turquía, Corea y Siria. La producción de ajonjolí en Latinoamérica está orientada hacia la exportación. Paraguay, Guatemala, México, Bolivia y Venezuela son los mayores exportadores de la región, abarcando en conjunto aproximadamente el 10% del mercado internacional. Las posibilidades de crecimiento de este mercado son grandes debido a que el incremento en la demanda mundial del ajonjolí ha sido sostenido durante varios años consecutivos.

Como todo organismo vivo, y, como todo cultivo, el comportamiento de las siembras de ajonjolí dependerá de un componente genético representado por la semilla, y un componente ambiental representado por el suelo, el clima y el manejo agronómico. Ambos componentes serán muy importantes tanto para el productor, puesto que de ellos depende el rendimiento, como para la agroindustria, que requiere tener una materia prima de calidad para lograr comercializar granos de un color determinado, o con un sabor particular, o con una máxima cantidad de aceite.

La semilla de ajonjolí que se utiliza en prácticamente todas las siembras comerciales de América, es de cultivares homocigotos.  En Africa y Asia se están comercializando cultivares híbridos. Existe una característica indeseable en los materiales de ajonjolí que se usan comercialmente, que es la dehiscencia de sus cápsulas. Es indeseable porque esto provoca pérdidas de hasta un 25% en campo, puesto que las semillas salen de la cápsula al mínimo contacto, cayendo al suelo y siendo imposible cosecharlas. La obtención de cultivares indehiscentes ha sido el foco de muchos programas de mejoramiento genético, pero este objetivo se ha dificultado en gran medida por el pleiotropismo que muestra este carácter, es decir, al lograr insertar genes que confieran frutos indehiscentes, se afectan una serie de características de importancia agronómica, en especial el rendimiento, lo cual no permite que luzca atractivo su uso. En los últimos años se ha reportado en Estados Unidos la obtención de varios materiales indehiscentes, sin embargo, estos no se están usando a gran escala en países tradicionalmente productores. Algunas características de importancia agronómica tienen poca influencia ambiental, por lo cual están condicionadas por el tipo de cultivar que se utilice. Entre estas características están su ciclo (hay cultivares de ciclo corto entre 75 y 90 días desde la siembra hasta la cosecha, otros de ciclo intermedio entre 91 y 110 días desde la siembra hasta la cosecha, y otros de ciclo largo con mas de 110 días desde la siembra hasta la cosecha), capacidad de ramificación (aun cuando la densidad de siembra puede influir sobre este carácter), el número de cápsulas por axila (generalmente los cultivares o son de 1 cápsula por axila, o de 3 cápsulas por axila) y el color del grano.

La siembra del ajonjolí debería hacerse con semilla certificada, de tal manera de garantizar que su calidad genética, fisiológica, sanitaria y física sea óptima. La densidad de siembra debería ser de no mas de 250.000 plantas establecidas por hectárea (una producción de 5 gramos por planta daría rendimientos superiores a los 1000 kg /ha). Esta densidad se logra mediante la siembre de 1 kg por hectárea, sin embargo esta no es la práctica habitual. Justamente por el poco uso de semilla certificada, y los bajos niveles de germinación que pudiera tener una semilla que no ha pasado por ningún proceso de fiscalización en su obtención, es práctica común entre los productores sembrar 5, 8 y hasta 10 kg por hectárea (es decir, aproximadamente 1,3 millones de plantas; 2 millones de plantas y casi 3 millones de plantas respectivamente). Estas altas densidades restringen el buen desarrollo de las plantas, lo cual afectará el rendimiento final.

El manejo agronómico comprende las prácticas aplicadas sobre el cultivo que permiten el control sobre los factores predecibles del proceso productivo. De esta manera el manejo agronómico puede resumirse como las labores de labranza, la suplencia de agua, la fertilización y el control de malezas, insectos plaga y microorganismos patógenos.

La labranza se ha enfocado tradicionalmente sobre la labranza secundaria, obviando muchas veces de manera equivocada la labranza primaria. La labranza son las operaciones mecánicas que se hacen sobre el suelo para asegurar el contacto suelo – semilla para su adecuada imbibición y posterior germinación, dar ventaja a la planta con respecto a su competencia con las malezas, y propiciar las condiciones del suelo para un adecuado desarrollo radical. El último objetivo mencionado se logra con la labranza primaria, la cual profundiza en la roturación del suelo; esto se logra con arado y subsolado. Los dos primeros objetivos de la labranza se logran con la labranza secundaria, en la cual se rotura el suelo superficialmente; esto se logra con la rastra. El exceso de labranza secundaria, sin una periódica labranza primaria, forma el llamado “piso de rastra”, que es una capa de suelo subsuperficial, a unos 20-30 cm de la superficie, sumamente compactada al punto de impedir el desarrollo vertical de la raíz. Esto propicia que la  raíz de la planta de ajonjolí empiece a crecer lateralmente una vez que llega a esta capa, lo cual hace que la planta no tenga un buen anclaje y que además disminuya su superficie de exploración y por tanto sus posibilidades de captar agua y nutrimentos. El poco anclaje de la planta puede provocar su acame, especialmente en condiciones de fuertes vientos o lluvias. Por tal razón debería ser una práctica común entre los productores de ajonjolí la labranza primaria al menos una vez cada dos años, dependiendo de la textura de los suelos presentes en sus lotes de producción.

El ajonjolí es un cultivo que soporta condiciones de poca humedad en el suelo gracias a la capacidad de mantener su metabolismo con cantidades que, comparativamente con otros cultivos, son muy inferiores a las necesidades de estos. Por tal razón es un cultivo sumamente versátil en cuanto a su exigencia a suelos o ciclos de cultivo. Por ejemplo en Venezuela es sembrado en suelos pesados durante el ciclo de sequía, logrando aprovechar la humedad retenida en el suelo y sin que tenga que recibir agua de lluvia o riegos complementarios; pero también es sembrado en otras zonas de suelos livianos, pero esto en época de lluvia. Condiciones de humedad en el suelo consideradas de estrés para otros cultivos, son normales para el ajonjolí. Al ser sembrado ajonjolí para soportar condiciones de sequía, la labranza tendrá también como objetivo propiciar la mayor retención de humedad posible, este es un objetivo que se logra con la compactación de la capa superficial del suelo, lo cual rompe la capilaridad del suelo evitando que el agua se evapore y que, por el contrario, quede retenida en el suelo para el aprovechamiento de la planta.

El ajonjolí es un cultivo cuyos requerimientos de macronutrimentos son aproximadamente 40 kg/ha de nitrógeno, 10 kg/ha de fósforo, 35 kg/ha de potasio, 25 kg/ha de calcio, 6 kg/ha de magnesio. En cuanto a los micronutrimentos, el cultivo es exigente en hierro y zinc (600 g/ha y 100 g/ha respectivamente). Requiere de 45 g/ha de cobre y 30 g/ha de manganeso. Estos valores son referenciales y variarán de acuerdo al cultivar que se use. Mientras mas largo sea el ciclo del cultivar, mayores serán los requerimientos nutricionales. Para asegurar la adecuada suplencia de macro y micronutrimentos se debe hacer un análisis de suelo antes de la siembra, de tal manera de cuantificar la oferta de nutrimentos del suelo y compararla con la demanda del cultivo, para así determinar si es necesaria o no la aplicación de fertilizante, y, de ser necesaria, conocer la cantidad a aplicar. Lo más común que ocurre en las siembras de ajonjolí es que no se haga análisis de suelo y la aplicación de fertilizantes se haga por costumbre, corriendo el riesgo de aplicar mas de lo necesario (lo cual es una pérdida de dinero innecesaria) o menos de lo necesario (lo cual repercutirá en el desarrollo de la planta y por tanto en su desempeño productivo).

Como cualquier planta cultivada, el ajonjolí sufrirá la competencia que por agua y nutrimentos se establece con especies vegetales silvestres o malezas. Adicionalmente, el ajonjolí es utilizado como fuente de nutrimentos por parte de insectos y microorganismos, lo cual evidentemente afecta el rendimiento del cultivo. La optimización de la productividad vendrá dada por la mayor o menor eficiencia que se tenga en el control de las poblaciones de malezas, insectos plaga y microorganismos patógenos. El control de malezas debe ser bastante exigente, no solo para evitar que éstas aprovechen agua y nutrimentos del suelo que pudieran ser utilizados por el ajonjolí, sino también porque existen algunas malezas con semilla de forma y densidad parecida a la del ajonjolí, las cuales al ser cosechadas junto al cultivo, son difícilmente separadas en los procesos de acondicionamiento del grano. Cualquier control de malezas debe buscar reducir el banco de semillas que estas van formando en los lotes de cultivo, y esto se logrará solo evitando mantener en campo malezas en floración. En relación a los insectos plaga, los más nocivos son los áfidos, chinches y la mosca blanca. La pérdidas por mosca blanca pueden llegar a ser del 100%.
Las poblaciones que se alcanzan en épocas secas son muy grandes, siendo el daño principal el de la succión de savia por parte de las ninfas de la mosca blanca, las cuales se sitúan en el envés de la hoja. Los microorganismos patógenos en ajonjolí son fundamentalmente hongos del suelo; entre ellos los principales son Macrophomina phaseolina, que causa la pudrición carbonosa, Fusarium oxysporum f.sp. sesami que causa la pudrición basal y Phytophthora sp. Los tres hongos se caracterizan por acceder a la planta por l
as raíces o por heridas en el cuello de la planta. El crecimiento del micelio dentro de la planta
obstruye el sistema vascular provocando la muerte de la planta. Existen reportes que parecieran indicar la eficiencia de Trichoderma aplicado al suelo en contra de estos hongos.

El ajonjolí debe ser cosechado cuando la planta alcanza su madurez fisiológica. El indicador de este hecho es la coloración de la semilla, la cual al estar madura muestra su color natural (al estar inmadura se ve blanca, lechosa) y presenta un punto negro  en uno de sus extremos, además de una línea oscura en uno de sus ejes longitudinales. La floración y la formación de frutos puede durar hasta 5 semanas, por lo cual el grado de madurez de la semilla será variable a lo largo de la planta, es por esto que la forma práctica de determinar el momento óptimo de la cosecha es cuando las primeras cápsulas o cápsulas basales empiezan a abrir. Es en este momento cuando hay que cortar las plantas. Esta operación puede hacerse con una cortadora-amarradora, la cual dejará en campo los haces de plantas ya amarrados. Posteriormente estos haces deben ser levantados y dejados en campo bajo el sol durante unos 10-12 días. Luego de este tiempo, las plantas están lo suficientemente secas como para trillar el producto, separar las semillas del resto de la planta. Esto puede hacerse con una combinada, mediante modificación de su cabezal. Se puede agregar una plataforma al cabezal para que sobre ella estén 1 o 2 operadores, quienes a medida que avanza la combinada por el campo, van tomando los haces de plantas secas y alimentando manualmente el sistema de trilla. También puede modificarse el cabezal con una plataforma y una compuerta lateral oscilante que sea manejada por el operador en cabina. A medida que la combinada avanza sobre el campo, el operador activará la compuerta lateral para que golpee el haz de plantas y lo coloque en la plataforma, MVI_3648 de allí el haz de plantas irá al mecanismo de trilla. El proceso de cosecha en pie, o cosecha directa, es una alternativa que debe ser rigurosamente evaluada. La posibilidad de eliminar el riesgo de tener el ajonjolí en campo durante 10-12 días justifica plenamente esta posibilidad.

 El ajonjolí es un cultivo, como cualquier otro, en el que los productores han logrado un gran dominio en su explotación. Sin embargo, seguir haciendo lo mismo evidentemente no dará resultados distintos. El conocimiento empírico y el conocimiento científico deben ir de la mano, estableciendo una sana competencia y retando al otro a ser cada vez mejor; esto redundará en mejores rendimientos y mayor beneficio económico. Prácticas sencillas de seguir como el uso de semilla certificada, el manejo racional de densidades de población, el muestreo y análisis de suelo para el diseño de planes de fertilización, y el uso de la labranza primaria, pueden tener repercusiones profundas en el negocio agrícola basado en el cultivo del ajonjolí.

Ing. Agr. Hernán E. Laurentin T. (MSc., PhD.)